desde la trinchera >

Sin perro ni flauta > Raquel Gonher

Cuando de pequeños pensábamos en el futuro, siempre nos lo imaginábamos con una casa, a poder ser en propiedad. O con un trabajo estable que nos permitiera ganar bien, una carrera, una pareja e incluso un perro. Con el paso del tiempo, los sueños te los dosifican tanto que llegan a quedarse en un profundo estado de coma inducido.

Uno comienza su andadura en la universidad u otros centros de formación para labrarse un futuro. El caso de esta pluma eligió el periodismo como válvula de salida. Me vendieron que era la profesión más bonita del mundo y compré la idea. No me arrepiento; sigo creyendo que, a pesar de todo, lo es.

Como tantas otras carreras: Bellas Artes, Filosofía, Geografía, Filología o Biología, entre otras, están abocadas en nuestro presente a un mercado que no absorbe tanta preparación, que no es capaz de acoger tanta ilusión. Nos deslomaremos siendo estudiantes en prácticas, haremos más horas de las estipuladas en contrato y todos contentos. Hace tiempo se rezaba aquello de “hazlo bien, que tal vez te dejen trabajando”. Hoy en día, cuando un estudiante se va de una empresa, llegará otro que pondrá el mismo ahínco. ¿Para qué contratar, si siempre llegan alumnos en prácticas? Es la crisis, que ha obligado a agudizar las formas de ahorro de los empresarios.

Ahora que estudiar y seguir formándose está a la orden del día, con las nuevas medidas en educación, como el aumento desmesurado de las tasas o la ampliación de asignaturas para obtener beca, que atropellan con saña, ello hace que esta formación se convierta en una realidad restrictiva para aquellos que tienen posibilidades económicas holgadas, y para colmo, se recortará en profesorado, pagando más por menos.

Estudiantes pre-parados que, después de que sus padres inviertan dinero en matrículas de precios progresivos, ven un futuro desesperanzador. Los hay quienes tienen otra opción: seguir apostando por estudiar y aspirar, por ejemplo, a ser funcionarios. No es tarea fácil sentarse cada día en una silla esperando por una convocatoria que nunca llega, viendo cómo los días, meses y años pasan; es de una mentalidad titánica. Cuando llega el momento de presentarse, ocurre como en las pruebas a celador convocadas por el Servicio Canario de Salud, donde por cada plaza había 113 aspirantes. Casi 47.000 personas para 413 puestos.

El guión no es otro que trabajar para pagar, vivir para trabajar, y con suerte, tener unos días de vacaciones. El sueño de la infancia se esfuma, se escurre entre los dedos y, como la coyuntura lo demanda, aguantamos porque no queda otra. Eso sí, estoicamente, porque asimilar que la situación no da para más mientras hay concejales en nuestra propia isla haciendo uso de teléfonos corporativos del ayuntamiento y gastando más de 9.000 euros en factura, sinceramente, es una realidad muy triste.

Ahora que estamos en fechas conmemorativas del 12M-15M, la gente vuelve a salir a la calle. Me emociona ver desde niños a ancianos caminar juntos en convocatorias como ésta. Olé por ellos, que obvian los clichés de que “a eso sólo van tres o cuatro perroflautas”, “con esas cosas no se consigue nada”, o “ya iré a la próxima”.

Me gustaría que me dijeran alguna manifestación en pro de lo social que haya sido propulsada por los hijos de papá y mamá, los que no tienen problemas para pagarse la matrícula, los que se pueden permitir equivocarse hoy y mañana y empezar de cero. Olé también por aquellos que, a pesar de enfundarse un polo de marca, salen a la calle, aunque sea por sentido común, ese que escasea.

Todo ese sector que vive adormecido, que se llena la boca para reclamar por una bajada de sueldo y no sale a la calle para gritar alguna una consigna, francamente, me cuesta entenderlo. Suerte que hay todavía espíritu de Mayo del 68 para rato, aunque desde arriba nuestro electo mayoritariamente, Mariano Rajoy, intente coartar cualquier movimiento de protesta. Y para los que duden de su eficacia, que se lo digan a los más de 200 desahuciados que gracias a esta iniciativa han podido evitar ser expulsados de su propia casa. También es una lástima que movimientos como éste no den un paso adelante, formalizándose y demostrando que la honestidad y la política no son incompatibles, aunque todo es respetable.

Mala fortuna para nosotros, que, aún pudiendo ser más, somos menos. Mientras tanto vamos a seguir soñando con que las cosas pueden ser diferentes, y que los corruptos que se llenan los bolsillos con dinero público pueden ser juzgados; que los recortes en educación y sanidad pueden dar marcha atrás. Por muy utópico que suene.

Da igual que sea el 15M: lo que importa no es eso, lo realmente significativo es no olvidar que están vulnerando nuestros derechos básicos y, sobre todo, aquel que nos otorgaba un futuro digno. A causa de ello, si queremos un ejemplo sólo tenemos que observar el éxodo de cerebros hacia un mercado que sí sabe valorar la preparación de los jóvenes.

Nos toman el pelo quitando dinero en educación y sanidad, y que luego se pueda rescatar a Bankia con capital público; se mofan de nosotros, los cazadores de elefantes y los yernos corruptos.

¿Qué hace falta para abrir los ojos? ¿Y para apagar la televisión y protestar?