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Titulares > Alfonso González Jerez

Y sale Paulino Rivero de su reunión con Mariano Rajoy en el Palacio de La Moncloa (una hora y media según un locutor de la tele autonómica, una hora y 20 minutos según otro) y lo primero que dice es eso de que “por encima de todo voy a cumplir con el déficit”. ¿Por encima de todo? ¿Cueste lo que cueste y cueste lo que le cueste, según la inmortal aseveración de José Luis Rodríguez Zapatero? Algún día me gustaría saber (entre otras minucias) cómo se contaminan las grandilocuencias en los palacios y palacetes, en los salones de mármol, en los despachos alfombrados, cómo se desplaza el virus de la supuesta responsabilidad de Estado de un individuo a otro, sea un arbitrista, un cínico o un iluminado. Ese virus infeccioso que termina presentando como una heroicidad política el recorte del gasto y la inversión pública, la reducción de los suelos y las pensiones, la asfixia de los sistemas públicos educativos y sanitarios. Impresionante, la verdad. Uno le pediría a las élites políticas que sean un poco menos heroicas. Que con jodernos menos la vida (por ejemplo) ya nos damos por espléndidamente servidos.

¿Y la reunión? Una agradable nada nadeante. Este encuentro podría tener cierto sentido hace un par de meses, cuando el Gobierno conservador preparaba parsimoniosamente -en tranquila espera de los laureles electorales de Javier Arenas- su proyecto de presupuestos generales del Estado. Rivero anunció una reunión de la comisión Canarias-Estado antes del verano, pero salvo trasmitirle sus gustos en literatura austrohúngara o pasarle recetas de cocina, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, representante de Rajoy en tan magno evento, pocas respuestas económico-presupuestarias puede darle. Suponer que en un contexto como el actual -con un sistema financiero semi-intervenido, una recesión económica galopante y una deuda pública y privada que se sigue acumulando monstruosamente- el Gobierno central atenderá las reclamaciones dinerarias de Canarias es mucho suponer. Es más: estoy convencido de que ni el señor Rajoy ni el señor Rivero suponen ni presuponen tal cosa.

En lo que se han mostrado de acuerdo el presidente del Gobierno español y el presidente del Gobierno canario es en organizar una pequeña parada escenográfica el próximo mes de julio. Muchos cargos públicos, muchos fotógrafos, muchas cámaras de televisión, muchos folios en blanco y al viento. Al primero no podrán decirle que no atiende política e institucionalmente a Canarias. Al segundo no podrán reprocharle que no consiga la debida atención del Gobierno central. Y así tienen para tirar tres o cuatro meses más y continuar esta danza glamorosa, disparatada y suicida. Una pequeña máquina de titulares con fecha de caducidad, pero muy molona.