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Titulitis > Enrique Areilza

Así respondía un buen amigo cuando nos metíamos con él por no tener carné de conducir a los treinta y tantos. Simpático. Pero vayamos a lo serio: titulados universitarios.

Las recomendaciones y previsiones en relación con los estudios universitarios chocan con la realidad. A saber: la OCDE lleva años predicando la bondad del esfuerzo en aumentar el número de titulados universitarios por país. Sus estudios reflejaban una suerte de paralelismo entre el aumento de éstos, el PIB y la distribución de la riqueza, en el caso de democracias reales. Sin embargo, ese modelo de proporcionalidad tiene fin, como ya hemos aprendido todos. Fin en forma de burbuja y explosión de fin de fiesta. Así lo sufrimos en carne propia, y no estamos solos en esto. En Estados Unidos han alcanzado la triste cuota del 53,6% de universitarios desempleados o subempleados, entre los menores de veinticinco años. La peor cifra en once años.

Además de lo anteriormente expuesto, nos encontramos con novedades en el ámbito formativo que distorsionan aún más el futuro. Cada vez existen más recursos de calidad en la red, accesibles a todo el planeta y en muchos casos gratuitos. Ya hemos hablado en otras ocasiones de la MIT, Standford, Khan Academy, etcétera. Empieza, por tanto, a desarrollarse una nueva forma de titulación que además de ser ad hoc es de alta calidad y del todo enfocada a las necesidades concretas de cada individuo, empresa, sector.

¿Para qué estudiar una carrera? La respuesta obvia es que se estudia con el ánimo de conseguir un trabajo cuya remuneración me devuelva el esfuerzo económico, físico y psíquico realizado, más el coste de oportunidad si hubiese dedicado ese tiempo a otra cosa productiva. Sin embargo, sabemos por las cifras que la titulación universitaria no está produciendo el retorno deseado.

¿Hacia dónde vamos entonces?

Contéstese usted mismo, pero antes tenga en cuenta los siguientes puntos:

-Los índices de nuestras universidades son malos. Tanto en ratios de abandono como en sus posiciones en comparativas internacionales. No parece probable que con la reforma en ciernes, menor retribución y mayor horario, vayan a mejorar.

-Las tasas suben hasta alcanzar entre el 15% y el 25% del coste de los estudios. Aún parece un porcentaje realmente bajo. ¿Podremos seguir aguantando ese coste sin un retorno claro? (Un ejemplo: Canadá, las tasas universitarias son el 40% del coste de la enseñanza).

-Los requerimientos de conocimientos en el mundo laboral avanzan más rápido que los programas formativos de las universidades (sobre todo en el caso de las públicas).

-Esos conocimientos se encuentran casi de inmediato disponibles en la red, gratis.

-Los seleccionadores de la vieja escuela (titulitis versus conocimiento) nos hacemos mayores y vamos dando paso a otros con menos complejos y más pragmatismo.

La pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿hacia dónde deben dirigirse los modelos de enseñanza para adaptarse al mercado? Tanta reforma, véase el nuevo Plan Bolonia, y no damos con un modelo de futuro. Quién sabe, a lo mejor sobran pupitres además de docentes.

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