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Un pufo a base de sumar pufitos > Manuel Iglesias

Cuando el anterior Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero presionó para que se produjera una concentración de las cajas de ahorro y se amenazó con tomar medidas si no se hacía así, todo el mundo sabía que había un buen número de entidades que estaban en dificultades y que más las iban a tener en el futuro inmediato.

Así se creo Bankia, con un grupo heterogéneo de diferente potencial, en el que estaba la Caja Insular de Canarias -más conocida popularmente aquí como La Caja de Las Palmas-, y ya se conocía que varias se encontraban en el límite de la ruina, por lo cual resulta sorprendente aquel optimismo que parecía considerar que, reuniendo a instituciones financieras tullidas, el resultado iba a ser el primo de Zumosol.

Ahora, el Estado va a inyectar en Bankia 19.000 millones de euros, que se suma a lo ya concedido hasta alcanzar un préstamo por 23.465 millones, con incierta fecha de recuperación. Y, por lo visto, hay que hacerlo porque la alternativa es peor y si se deja hundir a Bankia, teniendo en cuenta que su actividad en gran parte se desarrolla con la característica de “negocio doméstico”, su peso, como en las películas de terror, nos puede arrastrar a todos al fondo, para jolgorio de los tiburones.

Pero la financiación de Bankia representa unos 500 euros por cada español, hombre, mujer o niño; empresario; trabajador, parado o pensionista. Una familia media de cuatro a cinco miembros va a destinar oficiosamente (porque en la realidad no es así, sino una operación financiera) entre dos mil y dos mil quinientos euros a la salvación de Bankia por eso de que tiene que ver con la salvación de todos.

Pero es que yo, y como yo muchos, no hemos tenido nada que ver -o muy poco- con este estado de cosas y no somos los grandes constructores que pidieron los créditos y luego los repartieron con la colaboración de las cajas y bancos en pequeñas hipotecas a compradores de los que muchos ahora no pueden pagar y participan en el déficit. Pero todos tenemos que cargar con las consecuencias.

Es escandaloso que se haya llegado a esto y no se depuren responsabilidades. Y no me refiero a Rodrigo Rato, que lo subieron al Titanic cuando éste ya había chocado con el iceberg, sino a los que dirigieron aquellas otras cajas y que han originado este aparentemente gran pufo a base de sumar un buen número de pufitos pequeños y medianos. Y ahí hay políticos de todos los partidos, incluida la izquierda radical y sindicalistas. El ciudadano, que simbólicamente carga con esos quinientos euros que presta para la salvación de Bankia, tiene derecho a conocer, explicado para que lo entienda cualquiera, qué ha sucedido, por qué ha sucedido, quiénes se han beneficiado antes y quiénes eran los que se supone que dirigían esta estrategia rumbo al abismo.

No digo que todos sean culpables, pero tampoco puedo creer que todos sean inocentes.