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Una cosa > Alfonso González Jerez

Gracias a un amigo encuentro una frase prodigiosa pronunciada por la delegada del Gobierno, Carmen Hernández Bento, de los Hernández Bento de toda la vida soriana, en unas declaraciones a la cadena SER: “Una cosa es la política y otra la realidad”. No sé si alabar más su sinceridad moral o su lucidez intelectual, señora delegada. En efecto, la política ha terminado de desligarse completamente de la realidad. La política es un programa de televisión más, como Sálvame, Con el culo al aire o En clave de Ja. Quizás una síntesis de todos ellos: escándalo guñolesco, culos al viento, risas enlatadas. La política, la política democrática, es el simulacro espectral de lo que fue y sobre todo aspiró a ser un día: la construcción de un espacio social deliberativo en el que se decide la orientación del gobierno de los intereses generales bajo un conjunto de reglas y sometida a fiscalización pública. Eso se acabó hace rato y su partido, su gobierno, lanza las últimas toneladas de tierra cenicienta sobre el ataúd. “Aquí yace la política, ocasión de trifulcas inútiles, excusa para la algarada de los desafectos, crapuloso motivo de enfrentamiento estéril y disgregación de esfuerzos entre los hombres de bien”. Antes de cuatro años no quedarán ni los huesos.

¿Sabe, señora delegada? Esta concepción de la democracia, de la política democrática, que se detecta en sus palabras, impregnadas de cierto desprecio (porque usted, por supuesto, habla desde la realidad) no es distinta de la que se estila y difunde en los regímenes dictatoriales o autoritarios. El franquismo, por ejemplo. Para el franquismo la política era anatema. La política era una cosa y la realidad de los hombres y los pueblos de España era otra. La política era cháchara insustancial o sucio juego de manos que, si se empeñaba en injertarse en la realidad, solo causa confusión, errores, desórdenes. Una bobería elevada a la categoría de crimen. Sí, definitivamente la política era una cosa y la realidad era otra y lo que cabía era la gestión una, grande y libre. No, no me parece tan alejado de la concepción de democracia que su partido y su gobierno, en esta coyuntura crítica, aprovechan para construir un nuevo modelo de relaciones económicas, sociales, educativas y laborales. Porque tienen mayoría absoluta en las Cortes, y sólo por eso.

¿Sabe, señora delegada? Anteayer me encontré con un viejo amigo. Ha trabajado y cotizado como ha podido durante 25 años, pero lleva más de dos desempleados. Por una decisión política de su gobierno está excluido, como cientos de miles de personas, del servicio nacional de salud. Tendría que operarse de una lesión, pero la sanidad pública ya no se la pagará. Esa lesión, si no se opera, puede derivar en una afección cancerígena. Mi amigo agoniza de miedo.

¿Sabe una cosa, señora delegada? Sobre la base de cinco meses de gestión, ustedes son lo peor que le ha pasado a este país desde 1936 y es deber inexcusable de cualquier persona sensata abreviar todo lo posible su tan democrática como nefasta estadía en el Gobierno.