Después del paréntesis>

Viajes> Domingo-Luis Hernández

En el año 1988 el británico Bruce Chatwin publicó su último libro en vida. Se llama en inglés What Am I Doing Here? En castellano quiere decir, literalmente, “¿qué hago yo aquí?”. Pero uno siempre anda con el apuro de traducirlo como “¿qué demonios, qué puñetas, qué carajo, etcétera… hago yo aquí?” Porque eso, en realidad, es lo que significa la expresión. Y eso significa porque el título lo eligió uno de los más radicales viajantes de la modernidad, un ser que se empecinó en recorrer el mundo en busca de los restos del paraíso, paraíso que está en lo vacío, en la desmemoria que planteó el Romanticismo, en la descarga del peso de eso que llamamos civilización y que nos da tantos disgustos últimamente. Ese signo significa plenitud, incluso plenitud sexual, cosa que (públicamente) Chatwin tapó. Lo curioso del caso es que el extraordinario escritor inglés compuso ese libro con la primorosa selección de sus reportajes de viaje, esos con los que se ganó la vida. ¿Por qué procedió de ese modo? Eso es lo que suelen preguntarse los lectores no avisados. La respuesta, sin embargo, es concluyente: Chatwin sabía que iba a morir de sida, que era un muerto viviente, un muerto que no tuvo amparo alguno en pasear su figura delgada, canija y espasmódica por las calles de Londres. La vida, se dirá. Bruce Chatwin amaba más que nadie en este mundo la vida que se le escapaba. Murió trágicamente el 16 de enero del año 1989.

A esa curiosidad cabe añadir otra peculiaridad: Antonio Tabucchi, por la intermediación de Paolo Di Paolo, publicó en el año 2010, apenas dos años antes de morir, una compilación de las notas de viaje que dejó repartidas por periódicos y revistas. Se titula Viaggi e altri viaggi (Viajes y otros viajes), título asimismo ilustrativo, por tratar ahí Tabucchi de los “viajes” que fueron en su vida y que son “más viajes” al recuperarlos, porque siempre el “más” de los “viajes” fuera de los “viajes” ha de precisarse como “otros”. ¿Por qué Chatwin y Tabucchi actuaron así? Tiempo y espacio en su punto, cabría decir, del modo en que desarma la vida un moribundo al repasar su existencia.

En el segundo caso, otro dato: un texto inédito impreso ahí: “L’Inde. Que sais-je?”. ¿Por qué el añadido? Alude ese texto, “La India. ¿Qué sé yo?”, a un capítulo de la extraordinaria novela Nocturno hindú. Cuenta Tabucchi en ese apartado el encuentro del protagonista con un teósofo en Madrás que lo interroga sobre sus conocimientos de la India. Tabucchi juzga ese capítulo como una “excusa no pedida”. Y confirma lo que sospechábamos en la lectura del libro: el viaje es igual a la novela. Más, el viajero real es un viajero perdido en la India, como el protagonista de la novela es un viajero perdido en la India.

¿Qué prueba la excusa entonces? Después del viaje, y constatado el desequilibrio, el escritor-viajero Antonio Tabucchi se comprometió con consultar estudios y más estudios sobre la India. Se trata de la diferencia entre el ir y el volver. El viaje convertido en experiencia impone mitigar la ignorancia que el antes de partir no comprometió al sujeto de partida.

¿Por qué la introducción entonces? Porque el más de los viajes sienta el principio. Viajar sobre el viaje es restituir los discernimientos. Eso es una operación del tiempo, una operación de la perspectiva. Tabucchi pule muchos años después con el viaje sobre el viaje la lectura de Nocturno Hindú. Y tal cuestión no es un fin en sí, es una consecuencia. Por lo que ha de subrayarse la pregunta que Antonio Tabucchi se hace en el año 2010 frente a lo resuelto en el año 1984: “Si en la época de Nocturno hindú hubiera ido a la India con la información que hoy poseo, ¿habría escrito esa novela”.

Afirmemos que la respuesta es sí. El sí, no obstante, no lo explica todo; lo explica el hecho de considerar el resultado como un libro distinto.

¿Sabía Antonio Tabucchi (como supo Chatwin) que sus días estaban contados por el cáncer de pulmón que finalmente lo mató? No lo sé. Lo que sí podemos deducir es que reunir Chatwin o Tabucchi los escritos sobre los viajes de una vida al final de una vida no es ordenar la curiosidad, dar a entender por extenso la inquietud en el límite; es restituir los sentidos dichos, como la autobiografía restituye los sentidos de una vida. La cuestión no es contraponer al ahora la pregunta “qué demonios hice yo allí”; la cuestión es aclarar lo que el movimiento muestra, lo que muestran los desplazamientos, lo que atesora la ética del salir, lo que no te repite por el salir ante rostros nunca vistos e idiomas antes no escuchados.

He sido, se dirá el sujeto ante la suma y la selección. Eso es inevitable. La muerte lo confirmará. Mientras tanto, he vivido.

Viaje y metáfora; vida en su plenitud.