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William Coxe > Luis Ortega

En el más negro y desazonador primero de mayo que recuerdo, cuando -cuando las garantías del gobierno de Rajoy y sus ministros de cabecera quedan en meras promesas y colean los problemas éticos y estéticos sobre la primera familia del país- leo, al fin en castellano, una relación amable e instructiva que abarca la primera centuria de la dinastía reinante en esta España mirada con lupa y vivida con angustia por cualquier ciudadano con dos dedos de frente. Desde hace veinte años y en el inolvidable Portobello Market compré una edición popular de Memoirs of the King of Spain of the House of Bourbon que, con el inglés playero y la espléndida muleta del Collins, consulté alguna que otra para suavizar el juicio de una saga que, desde Fernando VII – y salvo raras excepciones- lanzó al país cuesta abajo y sin frenos. William Coxe (1747-1828) fue especialmente benévolo en la reflexión del pasado y en las biografías de Felipe V, implacable organizador del estado a costa de la uniformidad impuesta en los territorios históricos; Luis I, su tierno y breve sucesor, cuya temprana muerte obligó a la vuelta paterna; Fernando VI, un monarca templado, culto y pacífico; y su hermano Carlos III, que renunció a la Corona de Nápoles para acceder al trono hispano y que, con ministros ilustrados y un claro sentido de la modernidad, impuso un programa de reformas que, en gran parte rechazadas por el pueblo desconfiado y cazurro, frenaron el progreso de la piel de toro. Clérigo e historiador, con una docena de títulos -dos de ellos consagradas a las dinastías de Austrias y Borbones- aportó una visión favorable de estos monarcas, resaltada por el catedrático Martínez Ruiz, titular de historia moderna de la Universidad de Alicante, que ha publicado, con abundantes notas a pie de página y, por primera vez en nuestra lengua, esta obra. Una circunstancia a tener en cuenta es el buen concepto que el autor tiene del pueblo español; en algún momento -y recordando el carácter profético de todas las letras- nos situó ante una sabia y apasionada -son adjetivos compatibles- reflexión de nuestro Antonio Machado: “En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan a la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre”. Por un momento, el número en rojo del calendario pareció vibrar ante las trapacerías y paradojas que, en las últimas semanas, y en la sima de la crisis, se han sucedido con perdón o sin él; y que, no lo dudemos, son cuestiones que, por rudas que parezcan, resolverá la historia.