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Zapatero versus Rajoy > Román Rodríguez

“Brotes verdes”. “Luz al final del túnel”. “Recuperación de la confianza de los mercados”. Frases que reiteradamente hemos escuchado estos años en los medios de comunicación por parte de dirigentes políticos españoles y que vaticinaban un cambio de tendencia. Que apuntaban a que era casi inminente la salida de la crisis económica. Que ofrecían un espacio para la esperanza. Y que, una y otra vez, se han dado de bruces con la realidad.

La situación no solo no mejora, sino que presenta día a día peores perfiles. En el caso de España, nuevamente en recesión, lanzada hacia los seis millones de desempleados tras los datos de la EPA del primer trimestre que confirmaron más de 300.000 nuevos parados solo entre los meses de enero y marzo. Además, las estimaciones del FMI son muy negativas. Indican que en el presente año el Producto Interior Bruto (PIB) retrocederá un 1,7% y en 2013 un 0,3%. Pero hay pronósticos mucho más negativos.

En Canarias, aún peor, con el 32% de paro, elevados niveles de pobreza y una economía en la que el turismo, que tan bien se comportó en 2011 por la confluencia de varios factores -primavera árabe, recuperación en países emisores, reducción en las tasas aéreas…-, con una importante subida en la llegada de turistas pero que no impactó significativamente en la creación de empleo, comienza a dar síntomas de agotamiento y retroceso. En los próximos meses continuará la destrucción de empleo y podemos alcanzar los 400.000 parados.

A lo que coadyuvarán las medidas económicas, de recortes y subidas de impuestos, por el Gobierno canario tarde y mal, que pueden retraer aún más el consumo. Para valorar la gravedad de la situación económica de las Islas, y como esta seguirá incidiendo en la destrucción de empleo, tengamos en cuenta que su PIB creció el 2,1% en 2011, y se destruyó empleo, y que en 2012 las previsiones indican que bajará hasta el -0,7%, casi tres puntos menos.

Pero miremos atrás. Las políticas que se vienen implementando en los dos últimos años, basadas en recortes en las administraciones, reducción de las inversiones públicas, obsesión por el ajuste y nula incentivación de la economía y el consumo, solo están produciendo resultados tremendamente negativos.

Su fracaso es terrible, tanto como el grado de sufrimiento al que se somete a una parte cada vez mayor de la población, con la excusa de una mejoría que en modo alguno se produce. Solo han logrado paralizar la economía e incrementar el desempleo, reconociendo el Gobierno de Rajoy que en este 2012 se destruirán más de 630.000 puestos de trabajo, a lo que ayuda su radical reforma laboral, pero sobre todo sus equivocadas políticas económicas.

Cierto es que esa orientación neoliberal de las políticas económicas no las inició el actual Ejecutivo conservador. Fue el Gobierno de Rodríguez Zapatero, en situación de enorme debilidad y fuertemente presionado por organismos internacionales, el que abrió la veda del actual modelo.

El Gobierno del PSOE protagonizó una reforma laboral y dos reformas financieras, así como un paquete de recortes para afrontar la crisis que incluían la congelación de las pensiones, la reducción de los sueldos de los funcionarios y el incremento del IVA. Y no sirvió ni para arreglar los problemas de la economía ni para modificar la actitud depredadora de los mercados. Para lo único que sirvió es que para que perdieran de forma estrepitosa las dos convocatorias electorales: las autonómicas y locales de mayo de 2011 y las generales del pasado noviembre.

El Gobierno del PP, en apenas cinco meses, ha llevado a cabo una extremadamente agresiva reforma laboral, dos reformas financieras, recortes profundos en los servicios públicos (el último, los más de 10.000 millones detraídos a la Sanidad y a la Educación, ratificados el jueves 17 por su mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados) y una subida masiva de impuestos que negaron más de tres veces. Con idéntico resultado: la economía atraviesa por peores circunstancias, el paro se multiplica y las administraciones públicas se ven cada vez más ahogadas y sin recursos. Y, también, les llegará el batacazo electoral; Andalucía fue el primer aviso.

Paul Krugman, premio Nobel de Economía, pronosticaba hace unos días que Grecia podía salir del euro antes del verano y que, acto seguido, en España se podía reproducir una situación de corralito financiero, es decir de restricción gubernamental a la disposición de dinero por parte de la ciudadanía, similar al que padeció Argentina a comienzos de siglo. Al margen de lo acertado o no del pronóstico, ya muchos organismos internacionales han entrado en el debate sobre esa posible salida de Grecia, aunque creo que lo del corralito en España parece bastante improbable.

Aunque si se produce la salida de Grecia del euro, un país derrumbado económicamente y en medio de una enorme inestabilidad política, España estaría todavía más cerca del precipicio. Los acontecimientos de la semana que acaba, con la prima de riesgo en máximos históricos -superando los 500 puntos-, la desconfianza ciudadana en Bankia pese a su parcial nacionalización y la caída de las bolsas, hacen saltar todas las alarmas. No parece que la reciente reforma financiera haya calmado a los mercados. Más bien, como señalan, algunos expertos, ha incrementado la sospecha de que las finanzas públicas españolas, como las irlandesas en su día, acaben sepultadas por el respaldo prestado a las entidades financieras, lastradas por la enorme deuda privada.

Por todo ello, es imprescindible un profundo cambio en las políticas, que va mucho más allá de la alternancia en los gobiernos entre formaciones conservadores y socialdemócratas que, aplicando recetas muy similares, han fracasado de manera rotunda. Cuando el ministro Guindos asegura que su Gobierno ha hecho “todo lo que teníamos que hacer” expresa una enorme impotencia y la convicción de que no controlan en modo alguno la actual situación.

Como señalaba, considero imprescindible un cambio en las políticas. Un cambio que implique que el ajuste fiscal se retrase dos o tres años, evitando un brutal sufrimiento a millones de personas. Un cambio que pasa porque el Banco Central Europeo juegue un papel activo para evitar la actual especulación con la deuda soberana. Un cambio que haga que la Unión Europea ponga en marcha un plan de estímulo con inversiones en infraestructuras, promovido desde la Comisión a través del Banco Europeo de Inversiones. Y que impulse un modelo fiscal más progresivo, establezca tasas a las transacciones financieras y persiga el fraude fiscal.

*diputado en el Parlamento canario y presidente de Nueva Canarias