Nombre y apellido >

Antonio Hernández > Luis Ortega

Desayunamos con malas noticias, recortes y más recortes, agujeros bancarios insospechados, pérdida de empleo e inclemente intransigencia europea y seguidismo sin cuestión del gobierno. No ayuda a la amarga digestión la opacidad informativa que afecta a medios públicos y privados. En las últimas fechas, los titulares, como negros cuervos, cayeron sobre una organización que, durante veintitrés años, ha prestado un impagable servicio a la sociedad canaria, una de las comunidades más afectadas por las drogodependencias del Estado, fundada y dirigida por un sacerdote ejemplar -Antonio Hernández- al frente de un equipo de técnicos y voluntarios que constituye uno de los activos más necesarios y generosos de la Iglesia en Canarias. Algunos periódicos anunciaron el fin de Proyecto Hombre, como una víctima más del caos inclemente que padecemos. Inmediatamente la Fundación Canaria Cesica, que reconoció recortes y retrasos en las subvenciones oficiales -un setenta por ciento de su presupuesto- confirmó “que jamás ha contemplado la posibilidad del cierre de sus programas y servicios, y que está comprometida en la búsqueda creativa e incansable de soluciones”. Estoy seguro, porque conozco el compromiso solidario que ha marcado su vida, la voluntad y el tesón y el ingenio frente a los obstáculos, y el amor puesto en esta obra, que no pararán estas acciones que reinsertaron a miles de personas en nuestro ámbito. Hasta ahora, CajaCanarias mantuvo una línea de crédito que permitía a Cesica disponer de fondos (aún cuando se pagara un coste adicional), mientras llegaban las subvenciones, pues las administraciones no se caracterizan, precisamente, por su puntualidad. Ahora, en el marasmo de las fusiones -con o sin agujero- cambiaron las normas, y la falta de liquidez ha obligado a hacer de la necesidad virtud, pero, “en modo alguno a renunciar a una labor que, ahora mismo, se incrementa por la pobreza y el clima de depresión en el que está sumida nuestra gente”. Confiamos en que los directivos financieros, que supieron garantizar su futuro con holgadas pensiones e indemnizaciones en caso de despido, sean capaces de pensar en el presente de conciudadanos que, por muchas razones, no nacieron con su buena estrella y no tienen otra alternativa ni esperanza que el Proyecto Hombre. No podemos sumar a la recesión una pérdida tan dolosa de valores morales, como la justicia social y, en última instancia, la solidaridad con los necesitados.