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No deja de resultar alarmante la radical transformación docente de la asignatura, ahora denominada -muy PPrudentemente- Nueva Ciudadanía (al parecer la otra se encontraba ya muy Antigua, antes de haber comenzado), que -en última instancia- no es otra cosa que echarle un agresivo PPulso al anterior gobierno socialista, que trató de conformarla académicamente, en su momento, al parecer con muy escaso éxito, puesto que -a la vista está- han sido muchos sectores sociales (PPrepotentes PPrimates, PPolíticos epíscopes autoritarios, banqueros botineros) los que no se conformaron).

Resulta obvio (como uno ha comentado, desde aquí y desde otros lugares) que son muy escasos los españoles que no hayan iniciado el Bachillerato con arreglo a un determinado plan de estudios, y lo hayan terminado con arreglo a otro, en consecuencia -claro está- de motivaciones inequívocamente políticas, porque la habitual inhibición administrativa (no solo española: aquí -tal vez- sea superlativice) con respecto a la enseñanza -mande quién mande: izquierdas o derechas- no empece su radical manipulación -como ahora-, para arrimar maniqueas ascuas ideológicas a las imprescindibles sardinas alfabetizadoras, que se supone que alimentarán al país con posterioridad.

Desde esta evidente perspectiva, resulta estremecedora la reforma docente de una asignatura que los PPoderosos PPolíticos PPrepotentes han heredado -a regañadientes- de una democracia, que parece obvio que no han asimilado en exceso; de tal manera que, a tenor de los temarios reformados propuestos, asoma la inequívoca sombra de la añoranza dictatorial de aquella asignatura, que cursamos en el Bachillerato dictatorial quienes superamos el medio siglo de edad, denominada Formación del Espíritu Nacional: era aquélla, época de camisas azules y boinas rojas, a las que -al parecer- el pujante rajoyismo que hoy gobierna -o algo así- pretende volver, sustituyendo (en el temario de esta asignatura) la atención por los conflictos sociales, la desigualdad de género y la lucha contra la homofobia por el estudio del terrorismo y el nacionalismo excluyente, que (como todo el mundo sabe) rompen la imprescindible unidad del país.

Piensa uno que cada cual vota como quiere, como puede, o como lo dejan, pero -después de haberlo hecho- debe recordar que hasta después de cuatro años no podrá volver a hacerlo: paciencia y barajar.