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Combates > Tomás Gandía

Existe un ansia, un deseo, un impulso o provocación, que nos incita a buscar lo que habrá de causarnos una sensación agradable, una satisfacción, y a evitar lo que ha de traernos una emoción desagradable. Hablar o referirse a la lucha por la vida no es una simple figura retórica, porque constituye una constante batalla para dominar y utilizar en beneficio propio todo aquello que puede conseguir de lo que la circunda. Ya Emerson lo indicaba cuando señaló que “el oficio del hombre y de la mujer es la victoria sobre las cosas”. Se reconoce la existencia de esta pugna cuando nos enfrentamos con cuestiones acerca de lo justo y lo injusto, cuando hemos de decidir si haremos lo que debemos hacer o lo que a la sazón resulte más fácil, menos problemático y complicado, más atrayente, espectacular, e incluso en ocasiones figurativo. Las contiendas morales en parte, mientras se desarrollan, no son sino muestras de lo que constantemente está teniendo lugar en lo más profundo de la intimidad. Los mismos comienzos de la vida individual son el producto de la batalla que libran las gérmenes activos para continuar viviendo y desenvolviéndose. Estas luchas en la conciencia son una proyección de esa guerra que continuamente ejercita la existencia, que tiene dentro de sí como una de sus características, y que son un empuje para regular los propios impulsos, cuando éstos devienen discordantes. La Biología y la Psicología nos presentan a los alumnos como organismos que se desarrollan mediante un proceso de luchas internas. Nos indican además que dichas batallas se elaboran entre impulsos propios de la vida misma. Que cada estímulo tiene un determinado papel que desempeñar en la satisfactoria formación de la existencia individual, y que, aún cuando con frecuencia los incentivos o empujes se dedican a jugar a los despropósitos, hay un impulso organizador y regulador, que tiende a mantener el equilibrio. Este impulso que origina el desarrollo “fiel al modelo” es el que desenvuelve la personalidad con una voluntad reguladora. La raíz fundamental de toda actividad educativa se encuentra en las actitudes instintivas e impulsivas del muchacho o de la muchacha, y no en la presentación y aplicación del material extremo. El fin de la educación puede definirse como un esfuerzo para dirigir inteligentemente las actividades humanas.