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Del mito al hecho

Por REBECA DÍAZ-BERNARDO

Desde que somos adolescentes y empezamos a tener consciencia propia de eso que se llama sexo, también sin darnos cuenta, vamos recopilando y acarreando una serie de informaciones que pueden llegar a marcarnos a lo largo de nuestras vidas de adultos. Dependiendo de qué tipo de historias nos cuenten y, sobre todo, de que nos las creamos a pies juntillas, tendremos en adelante una vida sexual más o menos satisfactoria. Y es que los mitos suelen ser creados por personas sin nada mejor que hacer, gente en su mayoría bastante cortita de mente y con pocas luces que pretenden pasar por informadores inteligentes. Hoy hay que tener todavía más cuidado que nunca, incluso más que en los años 40 o 50 porque, gracias a internet y a las redes sociales, hay una serie de expertos, entendidos, gurús y demás que lanzan al espacio bulos y leyendas urbanas acerca del sexo como para clamar al cielo.

Servidora, que es una humilde recabadora de información y que en absoluto pretende venir a enseñar a nadie, simplemente bucea, busca y ahí sí que ya con criterio propio recoge los datos que considera más divertidos o útiles y los plasma en estas líneas. Siguiendo esa misma pauta de comportamiento, he vuelto a surfear entre las informaciones que considero más o menos veraces y me he encontrado con mitos sexuales tremendos. No hablo de Sharon Stone o de George Clooney como mitos hecho carne. No, me refiero a mentiras, burlas y engaños que rulan por el mundo y que hacen que mucha gente se gaste mucho dinero, mucho tiempo y mucha autoestima en lograr una vida sexual satisfactoria. Cosa que, por otro lado, raramente sucede siguiendo esas pautas.

En primer lugar, y más importante de todos, por estadísticas y por goleada, resulta que el tamaño sí importa, digan lo que digan ellos, digan lo que digan ellas. Importa. Y mucho. Solo hay que a mirar la cantidad de spam que puede caer a lo largo de una sola semana promocionando medicamentos, bebidas, siropes, elixires, pastillas, artículos alargadores y ensanchadores, anillos estranguladores, y un largo etcétera. Por supuesto, siempre acompañados de tres o cuatro comentarios de señores de Oklahoma contando lo felices que son ahora que sus bits han aumentado tres centímetros y lo satisfechas que viven ahora sus respectivas señoras porque antes su vida sexual era un desastre. A ver, lo de que cuanto más grande es el bit, mejor es el amante, es de cero patatero en educación sexual de Secundaria, y a menos que él tenga lo que la comunidad médica llama un micropene, que viene a ser algo como un maxi- clítoris en lo que a tamaño se refiere, piensen que la Naturaleza es muy sabia y que si a los señores no les ha puesto unos miembros como a los de los elefantes es porque las vaginas de las señoras no los podrían soportar. Y punto. Las películas porno son eso, películas del mismo modo que las de caricaturas hacen volar a la gente y hablar a los animales. A ninguna mujer en su sano juicio se le ocurriría mantener relaciones sexuales regulares con un señor cuyo miembro la hace gemir de dolor en cada sesión. En segundo lugar, e igualmente importante, el mito de que practicar sexo durante la menstruación es seguro. De acuerdo que la mayoría de las mujeres ovulan en un ciclo regular y no pueden quedar embarazadas durante el período, pero los espermatozoides pueden vivir en la vagina hasta ocho días y los ovarios que sobreviven a la menstruación lo hacen durante tres días. Por lo tanto, sí puede haber embarazo teniendo el período y, si encima, la mujer es de ciclos irregulares; hay que guardarse a menos que se desee formar ya una familia. Por encima de todo, y si hay en la familia hijas adolescentes, es importante explicar el tema para no convertirse en abuela antes de los cuarenta.

Por último, el mito de los mitos: la marcha atrás es una forma decente de control de la natalidad. O sea, mal vamos. Incluso si un hombre es capaz de retirarse lo suficientemente rápido como para no eyacular dentro de su pareja, ha expulsado líquido preseminal, que en realidad contiene espermatozoides y que surge mucho antes de que él alcance el orgasmo.

Concluyendo, sobre todo para las nuevas generaciones, Internet no es la panacea, hay tantos artículos y versiones como personas que navegan en la red, y la Wikipedia no sustituye al ginecólogo, al médico de cabecera ni mucho menos a la Espasa Calpe. Mucho cuidado, porque precisamente ahí puede escribir cualquiera y he visto más de un buen follón por apoyar su tesis en una respuesta de Google.