Después del paRÉNTESIS>

El Cuervo> Domingo-Luis Hernández

Lo que se trasluce de la historia que a continuación voy a contar es que el Vaticano es un Estado y que el Estado del Vaticano es un territorio de guerra a causa de la previsible y más bien pronta sustitución del Jefe del Estado. De lo que se deduce que una iglesia extendida por todo el mundo, con millones de fieles, consume sus valores por afianzar el poder perdido de la curia italiana y por la imposición de sus registros desde ese sector del catolicismo, no tanto en atención a la fe que profesa. Tal cosa deducía el Corriere Della Sera al dar la noticia de que el camarero del Papa, Paolo Gabriele, Il Corvo (El Cuervo), fue arrestado por encontrar en su poder documentos secretos. Y el Corriere della Sera apuntaba (como han apuntado otros medios) que El Cuervo es el chivo expiatorio de una conflagración mayor, la punta del iceberg de una campaña intestina. Tal cosa deducía porque no era previsible que el periodista Gian Luigi Nuzzi obtuviera por esa vía la información que obtuvo para construir el libro (publicado el 19 de mayo pasado) Sua Santitá (Su Santidad) con una centena de documentos a la par de esclarecedores, comprometedores.

Y tal cosa se prueba porque un cardenal (que impuso el anonimato al periódico, por lo que podría venírsele encima) numeró las razones de la reyerta en una entrevista publicada días después en el diario La Repubblica.

¿Qué contiene ese particular y sorprendente encono? Se afirma que una rivalidad programática. Una de las cartas reveladas en un programa de TV es la del nuncio de EE UU Carlo Maria Viganó. En ella propone al Sumo Pontífice contumacia en atajar varias cosas del Estado en cuestión: la corrupción, la prevaricación y la mala administración. Al caso se da, entonces, que hay más víctimas. Una importante: Ettore Gotti Tedeschi, amigo del Papa y director del banco del Vaticano, destituido fulminantemente por el Consejo de Administración a causa de su incompetencia. Los seis puntos principales en que se basa el cese (asimismo publicados por el Corriere della Sera) son primordiales, porque no contienen ni una sola cifra, sólo palabras que fundan la intención manifiesta y conclusiva.

Pero ¿qué contiene el encono? Escriben los cronistas que dos posiciones: la del Papa Benedicto XVI y la del que se postula como sucesor, el antiguo amigo y secretario de Estado, el cardenal Tarsicio Bertone. El Papa estaría por la labor de hacer caso a lo que enunció el cardenal dicho en la entrevista de La Repubblica: hacer frente, atajar, deshacer la “podredumbre de la Iglesia”. Tarsicio Bertone es su anverso. No le perdona al Papa destapar esa basura, incluida la campaña contra la pedofilia sacerdotal.

Signo: la opacidad. Por la cual, lo que postula Bertone es la falacia misma y repetida en el tiempo de la iglesia católica: no es más importante creer que aparentar. Y ello por el bien de la humanidad, por la salvación de la humanidad, no por el principio que razonablemente ha de confirmar al ser de la Iglesia y como tal manifestarlo, hacerlo reconocible.

De donde, ante las posiciones de unos y los manejos de los otros, uno se pregunta, a poco que se haya tenido una mínima formación religiosa: ¿Cristo no se manifestó en su rigor y murió, eligió morir, preso de su horror más verdadero, el terror que le producía el dolor? Y de ahí a la pregunta complementaria: ¿qué dolor soporta la Iglesia?, ¿el dolor de la santidad, el de la resistencia a las tentaciones, cual Cristo en el desierto, o el sucumbir y tapar por sucumbir?

Cristo y los sacerdotes del templo vienen a la mente en este caso. Y más: no sólo vienen a la memoria los mercaderes sino que esos mercaderes del templo en el Evangelio, con la Iglesia constituida por los siglos, se muestran ahora como los artífices de la paradoja más extrema en relación a lo que la Iglesia defiende e incluso asigna fuera de sus límites: impone la incondicional moral frente a la inmoralidad que practica.

¿Qué es la Iglesia, entonces?, ¿la que quiere dejar sentado el principio de responsabilidad, la que filtra a la prensa documentos sobre la necesidad de hacer frente a la corrupción y a la desmesura de sus filas o la que persiste en la idealidad con los fondos podridos? ¿Cuántas iglesias hay, pues?, ¿cuál es la verdadera?, ¿la perversa que oculta, que se oculta, la que encierra bajo la llave del secreto la infamia, el vicio, la escoria o queda aún hoy algo de la Iglesia que Cristo fijó, la que repite el principio universal de Dios, es decir, la inmutabilidad, la repetición en lo perfecto, en la estampa satisfecha de la moral?

¿Ambición o sacrificio? En la malsana cultura del espectáculo, de la banalidad, del despilfarro… la Iglesia es lo que es: una aberrante construcción de los humanos que se desarma desde sus cimientos. Te prometen el rostro de Dios y sólo te sirven las mismas mentiras con que el mundo nos aturde en cada hora. ¿Inmortal, duradero? Infame.