Opinión > Alexis Oliva

El futuro de nuestros hijos (y II) > Alexis Oliva

En Europa, las sociedades menos especializadas especialmente en el sur, han perdido su industria y manufacturas de forma irrecuperable en las condiciones de mercado actuales, reflejándose en sus tasas de paro y deterioro del consumo y balanza comercial con el exterior.

Por lo tanto, por primera vez la economía internacional, vive su propia paradoja al defender la economía de libre mercado y la apertura a bienes y servicios del exterior en un contexto de mercado mundial globalizado, y al tiempo admite a un actor mundial que juega con las cartas marcadas y decide al margen del mercado como se asignan los recursos de capital y trabajo. Un país de régimen político comunista que practica, hacia el exterior, los principios de la economía capitalista. La economía China, es demasiado grande como para que esta distorsión pueda mantenerse durante mucho tiempo, sin graves consecuencias para el sistema de mercado bienestar social en Occidente.

Durante muchos años, hemos disfrutado de la liquidez generada por este sistema de relaciones internacionales. Pero se han generado déficits de las administraciones públicas y de la balanza comercial que han engordado la deuda pública y privada de esas naciones a unos niveles donde de forma razonable se puede dudar de su pago futuro, si se carece de la posibilidad de generación de beneficios, por la realización de forma competitiva de una actividad sostenible de producción de bienes o servicios.

Si no ponemos remedio, nuestros hijos vivirán en sociedades endeudadas y sin capacidad para generar un margen que permita devolver esa deuda y mantener el “bienestar” que como “derecho” nos hemos auto-otorgado en las sociedades occidentales. El problema que ya estudiábamos en la Facultad de Economía, es la división del trabajo a nivel internacional, es decir, “quién” produce “qué” bienes o servicios y cómo compiten las economías a nivel internacional.

En Canarias, esto se agudiza aun más, teniendo en cuenta no solamente lo anterior, sino que además nuestra economía se ha mantenido en la venta/producción de servicios como el turismo de sol y playa, donde nuevos destinos ya operan con costes mucho más competitivos. Debemos reflexionar sobre la dirección en la que vamos y cómo podemos especializarnos en nichos de mercado donde estos países no puedan competir en precio. En áreas como la sanidad, la seguridad jurídica, la moneda o el riesgo país, seguramente tendremos algunas de las claves apropiadas para nuestro desarrollo diferencial. El papel del resto de sectores incluida la agricultura y por supuesto la industria se encamina cada vez más a un peso residual en nuestro PIB. Otras oportunidades se abren. Mediante Internet la venta de servicios desde Canarias ya no es lejana, ni somos ultraperiféricos. Por primera vez en la Historia desde nuestras Islas podemos competir en determinados servicios, en igualdad de condiciones que cualquier cualquier otro lugar en el mundo. Las nuevas tecnologías servirán sin duda en este caso para el desarrollo de nuevos proyectos de inversión y empleo.

Sin embargo, el principal problema de la sociedad de nuestras Islas, por encima de lo ya señalado, es el riesgo de perder a los líderes del futuro, si no somos capaces de gestionar la inserción de los jóvenes en nuestra economía y les damos oportunidades en el mercado de trabajo. Los mejores y más válidos buscarán oportunidades fuera -de hecho ya las buscan- haciendo más difícil nuestra recuperación. En un contexto internacional adverso, debemos flexibilizar al máximo nuestro mercado impidiendo que la intervención de intereses contrarios al interés general genere costes que en estos momentos ya no se pueden pagar. ¿Y qué no podemos pagar?

No podemos pagar más de cuarenta empresas publicas que posee nuestro Cabildo Insular de Tenerife, muchas de ellas en situación deficitaria y además produciendo bienes y servicios que compiten con empresas privadas y autónomos, que son precisamente, las que, con sus impuestos, sirven de combustible para poder mantener esas empresas públicas y sus cuentas deficitarias. El caso del Cabildo es extensible a la mayoría de administraciones públicas en Canarias. Y debemos decir que, de una u otra forma, muchos hemos participado en este despropósito de los últimos años.

Esta sociedad necesita liberarse de normativas y leyes que han desarrollado una maraña administrativa que impide no solo el libre mercado, sino que además, hace que buenos proyectos empresariales sean inviables en estas condiciones. Desde antes del comienzo de la gran crisis que nos vino desde fuera, muchos ya hablábamos de nuestra propia crisis -una crisis de crecimiento y de madurez en Canarias- y nada o muy poco, se ha hecho hasta la fecha para solucionarla.

En mi opinión, y a modo de ejemplo, el principal problema reside en la errónea confusión de “lo público” con “la Administración pública”. De esta forma los gestores y políticos de la Administración pública de una Ciudad en lugar de considerar las zonas comunes de la misma como “de todos” y verse a sí mismos como meros “reguladores del tráfico” consideran que la Ciudad es de propiedad de la Institución y la regulan como quien gestiona su finca.

Así y como ejemplo -vivido en fechas pasadas en primera persona- la Sociedad de Desarrollo de Santa Cruz de Tenerife, sociedad dependiente del Ayuntamiento de ésta capital, decidió el ejercicio anterior otorgar una concesión administrativa para el servicio de Guagua turística en la Ciudad. Se trata de un proyecto, adecuado para el desarrollo comercial y turístico de nuestra capital.

Pero la formula a través de la que se puso en marcha este servicio (concesión administrativa) excluye que el mercado ordenara los factores de capital y trabajo. Esta decisión quedó en manos de un conjunto de burócratas y ha producido que, como consecuencia de esta anomalía de mercado, se cobre una tasa a favor de la entidad pública, se elimine la competencia y se fijen precios públicos a un servicio que ni es de primera necesidad ni necesita de la intervención de su Administración más allá de la regulación de la seguridad vial y los viajeros que la utilicen.

Si no somos capaces de concentrarnos en lo esencial, en lo que verdaderamente genera riqueza y valor añadido, fomentando y estimulando a las personas que se arriesgan, se ilusionan y triunfan, generando empleo, recaudación de impuestos y bienestar social, en el futuro nuestros hijos no dispondrán de nuestras oportunidades y nuestra forma de vida, siendo posiblemente arrastrados a vivir en un nuevo tercer mundo desarrollado.

Pienso que estamos aun en disposición de cambiar las cosas y generar oportunidades que impidan la progresión de lo que ya para muchos es inevitable.

Alexis Oliva
Economista, MBA y Máster en Asesoría Fiscal