CARTA DEL PRESIDENTE > Elías Bacallado Hernández

En la muerte de Manuel Iglesias > Elías Bacallado Hernández

La repentina muerte de Manuel Iglesias ha dejado entre quienes formamos parte de la gran familia de Canaria de Avisos, S. A. una sensación de sorpresa y amargura. Sorpresa porque, disfrutando de buena salud y con el optimismo y la vitalidad que manifestaba, nadie podía imaginar que nos abandonaría tan inopinadamente. Y amargura, porque el disgusto y la aflicción constituyen la reacción más natural ante la defunción de un amigo, pues como tal trataba yo a Manolo al cabo de tantos años de trabajo para la empresa que me honro en presidir -treinta y seis, si no recuerdo mal- y su más que probada lealtad a los objetivos y fines de la misma, desde su inicial puesto de redactor al de director adjunto que desempeñaba cuando nos lo arrebató el destino.

Escribir sobre Manuel Iglesias exige hablar no sólo de lealtad y fidelidad a un proyecto y a las personas que a lo largo del tiempo lo han encarnado y dirigido, desde los responsables de la empresa a los de los distintos departamentos del periódico.

Obliga también a reconocer en nuestro extinto director adjunto la personificación de la bonhomía y el apego a los compromisos adquiridos, más allá del terreno profesional. Porque fue precisamente en momentos difíciles para CANARIA DE AVISOS, SA -por problemas económicos, por dificultades con el poder establecido, por conflictos propios de una actividad que se proyecta ante la sociedad- cuando Iglesias demostró su sentido del deber, caballerosidad y compromiso. Hubo un tiempo en que, con algunos otros amigos del periódico, Manolo echó mano de parte de sus ahorros y decidió, primero, convertirse en accionista, y después, aumentar su participación en la empresa, con ocasión de una ampliación de capital. Era una prueba impagable de solidaridad y amistad.

Me consta que Iglesias actuó con fidelidad inquebrantable hacia quienes desempeñaron las tareas de dirección de DIARIO DE AVISOS. Se atuvo escrupulosamente a su papel: ni conspiraciones, ni zancadillas -algo que se da en el mundo periodístico con relativa frecuencia-, ni, mucho menos, traiciones. Con los tres directores que convivió -y tengo sus testimonios personales-, Manolo fue un subordinado fiel y un compañero leal que evitaba problemas y tendía con todo el mundo puentes de entendimiento y colaboración. Lo mismo hizo en sus relaciones con CANARIA DE AVISOS, en ese difícil papel de equilibrio que les toca jugar a los responsables de los periódicos como mediadores entre la empresa y la redacción, por una parte, y entre la opinión pública y los gobiernos y las instituciones, por otra.

Tanto en su faceta de periodista especializado en información local como en la de analista político, Manolo actuó siempre alejado de sensacionalismos de relumbrón y de críticas fáciles; prefería las claridad y la sencillez, el rigor y la seriedad, el juicio ajustado y prudente, al oportunismo del titular agresivo, la información alocada y el palo y tente tieso. Su preparación profesional, equilibrio y buen tino fueron proverbiales a lo largo de su trayectoria profesional, y así se lo reconocieron los partidos del arco parlamentario y los representantes sociales más cualificados. Sus orígenes familiares modestos fueron un acicate para formarse a sí mismo a base de estudio, tesón, esfuerzo personal y superación de adversidades, como en el caso de una enfermedad juvenil que por fortuna no le dejó graves secuelas.

Su curiosidad innata de periodista, sus afanes viajeros y un irresistible deseo de saber cada vez más sobre la cocina y la despensa le llevaron a experimentar -y puedo dar fe que con éxito indiscutible, aunque lo ciñó a su círculo de amigos- con recetas y platos tradicionales canarios, pero también con lo mejor de la llamada nueva cocina, aunque alejado de extremismos y ensayos de diseño, dada su natural moderación. La gastronomía fue su gran debilidad, la cual puso al servicio de Canarias y, sobre todo, de Tenerife. Manolo ha sido el máximo divulgador de la cocina de la Isla y su principal defensor. A través de las páginas de DIARIO DE AVISOS, de sus colaboraciones en revistas especializadas y en programas de televisión, y con su apoyo, como coordinador, al Plan de Gastronomía del Cabildo Insular, del que fue su verdadero padre y valedor, Iglesias dio forma y proyección a la despensa y a la cocina canarias, potenciando así los propósitos institucionales de Adán Martín y Ricardo Melchior.

El nombre de Manuel Iglesias adquirió en pocos años una proyección nacional. Ingresó en la Real Academia Española de Gastronomía, fue Premio Nacional de Gastronomía, jurado del premio que se concede a los 50 Mejores Restaurantes del Mundo y acudió, reclamado por las respectivas organizaciones, a conferencias, reuniones, concursos y eventos en los que dejó la huella sencilla pero firme de su buen hacer. Bien lo saben los grandes cocineros y críticos gastronómicos españoles, con los que mantenía fuertes lazos de fidelidad y amistad. Es el caso de Ferrán Adriá, por citar tan sólo a este número uno indiscutido, quien por invitación de Manolo no dudó en trasladarse hasta Tenerife para recoger, hace un par de años, uno de nuestros premios de gastronomía, que DIARIO DE AVISOS instituyó precisamente por iniciativa del propio Manolo como medio para dar a conocer y resaltar la oferta culinaria de la Isla y para procurar la mejora del sector de la restauración en su conjunto, incluida la formación de sus profesionales. Años de esfuerzo denodado han llevado la cocina canaria, con algunos de sus cocineros a la cabeza, hacia lugares de privilegio. Hasta los populares y modestos guachinches han ganado en esmero y consideración con la ayuda del Cabildo y los buenos consejos de Manolo Iglesias. Y es que la gastronomía debe ser cuidada en toda su amplitud y proyección social, no sólo en las cocinas de mayor potencial, sino también en las más humildes y populares, que es donde suelen iniciarse quienes en el futuro se convierten en grandes profesionales de la gastronomía. Ese cuidado afecta también, como Manolo defendía, al conjunto de nuestra oferta agroalimentaria especializada, desde los productos del campo y el mar, industria y bebidas incluidas, a los postres y dulces tradicionales de hoy y de siempre. Y, desde luego, incluye en su proyección al sector turístico, que con un complemento gastronómico de calidad está en condiciones de mejorar su oferta y beneficiarse de las mejoras económicas, sociales y culturales que aporta la buena cocina hecha en Tenerife y Canarias.

Premios Manuel Iglesias

Recogiendo el sentir de varios de sus compañeros y amigos, expresado personalmente por Cristino Álvarez (Caius Apicius) en un artículo que incluyó DIARIO DE AVISOS en su edición del jueves pasado, me propongo dar traslado al Consejo de Administración de nuestro periódico de que, como homenaje y recuerdo a Manolo, los premios de gastronomía del periódico se denominen en lo sucesivo Premios de Gastronomía Manuel Iglesias. Espero y deseo que la propuesta sea aprobada. Así lo merece Manolo y así creo que podemos reconocérselo. Para su recuerdo permanente, como agradecimiento por su labor ejemplar y porque supo ganarse a la gente y hacerse querer y respetar.

Elías Bacallado Hernández es Presidente de CANAVISA