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Excursión a Las Américas, por Karl McLaughlin

Ver a familias con niños pequeños obligadas a salir del Heliodoro con escolta policial, después de presenciar el regreso de su equipo a Segunda, me llenó de tristeza. ¿Su único crimen? Ser del equipo rival y de la Península. ¡Qué pena que no pudieran celebrar su triunfo con alegría como Dios manda y que, en vez de preguntar a los lugareños por un restaurante para comer, tuvieran que preguntar a la policía por las zonas que había que evitar en los alrededores del estadio! Y todo por culpa de unos descerebrados que, no contentos con lesionar con una piedra a la hija del presidente del equipo berciano, se empeñaron en empañar, con sus insultos y amenazas, la magnífica imagen ofrecida por el resto de la afición, que parecía irlandesa con sus cánticos de apoyo en los minutos finales del partido. Una vez más, lo mejor del Tenerife era su afición (mayoritaria). Sin embargo, minutos después del pitido final, en medios como As.com y Marca ya habían aparecido referencias a los “vergonzosos seguidores chicharreros” y su falta de respeto y de educación. A los fanáticos que perturbaron la paz dentro y fuera del Heliodoro, les vendría bien dejar de practicar el peculiar ombliguismo que les lleva siempre a buscar culpables ajenos (árbitro, seguidores rivales, etc). El Tenerife no mereció ni ganar ni subir, y punto. Marcó su único gol después de 180 minutos de juego, cuando ya estaba todo perdido. Los hombres de negro de la Ponferradina superaron a los isleños en todas y cada una de las facetas del juego en los partidos disputados.

A partir de ahora empieza una nueva odisea para el club, que tiene que mentalizarse desde ya para sobrevivir una segunda temporada en 2ª B, esta vez desde la humildad. Saber que en lugar de jugar contra el Sporting de Gijón, se jugará contra su filial, y que la temporada incluirá una excursión a Las Américas para enfrentarse al CD Marino, vendrá muy bien para replantear muchas cosas.

Incluso se podría tomar la referida excursión como un viaje de descubrimiento, al estilo de Colón. Decía Marcel Proust, con razón, que el verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos territorios, sino en tener nuevos ojos. Sé de un club que los necesita urgentemente.