DOMINGO CRISTIANO > Carmelo J. Pérez Hernández

Imbécil o servidor > Carmelo J. Pérez Hernández

Conozco a cinco o seis personas, incluso más, que han inventado el periodismo. En serio. Bueno, en realidad lo que sucede es que se manejan por la vida como si antes de que llegaran ellos no hubiera habido profesión y como si después de su jubilación nos vayamos a quedar huérfanos de reporteros para siempre.

Semejante tipo de imbéciles los hay en todas las profesiones. En todas, sé bien lo que digo. Lástima que estos personajes no siempre lleguen a ser conscientes del ridículo en el que se han instalado y de cómo los demás sentimos vergüenza ajena ante el triste espectáculo de sus cacareos. Dicho queda.

Y queda dicho en el día en que la Iglesia celebra el nacimiento de Juan el bautista. Su potente figura es un icono ya en la Historia de la fe, más allá de su corto tránsito por las páginas del Evangelio. Él es la antítesis del imbécil, la otra cara de la moneda. Él reconoce que su misión es la de ser servidor, que ha nacido para ponerse al servicio de una causa, y no para lucir en el escaparate de las vanidades. ¡Cuánta energía perdemos por encumbrarnos en semejante pedestal, a sabiendas de que está hecho de barro y que millones antes que nosotros se hundieron en ese fango cuando el sol derritió sus podios!

Juan no. Él es grande porque se reconoce a sí mismo, porque se encuentra consigo mismo entregándose a la causa de dar a conocer a Dios, de señalar a Jesús. Imagino sus días intensos y sus noches serenas desde la tranquilidad del deber cumplido, muy distintas de quienes, incluso abrazados por la madrugada, han de seguir maquinando los resortes con los que esconder su imbecilidad y permanecer en sus tronos de cristal.

Juan, en cambio, es el prototipo del hombre en paz, capaz de mirarse a los ojos en el espejo de su memoria sin miedo a no reconocerse. Su hoja de ruta es abrir el camino para llegar a Jesús, el único que verdaderamente merece la pena, y por esas vías discurre su tren. “En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo”, es el versículo que me viene a la mente cuando pienso en el hijo de Zacarías e Isabel. Es también el texto con el que a menudo examino mi conciencia.

Hoy es un día para pasarlo mal. Y para confiar luego en las entrañas de misericordia de Dios. Hoy toca preguntarse por el papel que hemos elegido en la vida: el de imbéciles o el de siervos. No en la teoría, sino en la práctica. Bajo una apariencia u otra, esa es la pregunta que definirá siempre nuestro devenir, porque estar en camino o haberse quedado en el arcén es lo único que importa llegado cierto momento.

“Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre”. Se dice hoy de Isaías y se prefigura así el nacimiento del Bautista. Y el de cada uno de nosotros. La madre que me parió quizá no lo sepa, pero en su hermoso vientre me llamaron ya a no ser un imbécil, sino un servidor de la verdad. A mí y a todos.

Fueron pocos los días del bautista, pero estuvieron llenos de vida. Es posible pisar durante largos días esta hermosa tierra y no haber vivido. Por lo que tengo visto, se puede inventar uno mil objetivos para digerir la propia existencia, pero tengo claro que sólo servir a la verdad nos protege del abismo sobre el que pisamos a diario.

@karmelojph