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Imputados > Francisco Pomares

Si uno se pone a contar políticos imputados en Canarias -con los dedos de las manos y los pies-, lo cierto es que faltan dedos. Esta región siempre ha sido pródiga en irregularidadses y trapisondas administrativas, y debe ser una de las que más alcaldes ha llevado al cuartelillo y a prisión. Pero también ha habido algunos que han salido completamente limpios, después de pasarse años y más años señalados como golfos apandadores.

Por eso, y porque la tendencia a imputar va a más (yo creo que no parará hasta convertirse en un hito recurrente en la biografía personal de todo el que se dedique a la política), convendría ir separando el grano de la paja. ¿Cómo hacerlo? Es en verdad difícil formar una opinión sólo con el ruido de los medios, un ruido que no siempre es inocente, desinteresado o certero. Pero es que tampoco la verdad judicial responde siempre a la justicia. Tenemos que aceptar lo que digan los tribunales, pero -al menos en esta región y en este país- son muchas las corrupciones obvias y los enriquecimientos visibles que han escapado de rositas después de unos años de vericuetos procesales.

Hace ya muchos años, cuando empecé a ejercer profesionalmente como periodista, trabajé un tiempo con Pedro Guerra, alcalde de Güímar y primer presidente del Parlamento. Un día recibió en el despacho del Parlamento a una señora que necesitaba recursos para mandar urgentemente a su hijo -un niño de doce años- a tratarse un cáncer, creo recordar que a Barcelona. Recuerdo que descolgó el teléfono y llamó a un empresario que trabajaba con cierta regularidad para el consistorio y le contó que necesitaba que pagara inmediatamente el viaje y la estancia de la madre en Barcelona, y que -si hacía falta- ya lo arreglaría él en alguna obra. Tenía yo entonces 26 años y recuerdo que me escandalicé por su comportamiento y que él -Pedro Guerra- me respondió con una sentencia a lo Forrest Gump: “Ladrón es el que roba”, me dijo. Pedro murió de un cáncer unos años después, pobre de solemnidad, tras una vida entera dedicada a la política. Era un hombre honrado.

No justifico la malversación, ni creo que se deba actuar como lo hizo Pedro Guerra hace casi treinta años ya. Pero sí creo que hoy su sentencia sigue siendo perfectamente aplicable. Un político ladrón es un político que roba -de cualquier manera que se pueda robar- para enriquecerse él o favorecer a sus amigos.