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Kilos de gofio con sabor y mucha historia

Este vecino ofrece a los matanceros las inmensas facultades del preciado cereal. / MOISÉS PÉREZ

GABRIELA GULESSERIAN | La Matanza

Data del siglo pasado y es el único que hay en La Matanza de Acentejo tras el cierre del que estaba ubicado en la calle Real. Lo compró su abuelo pero su propietario anterior “era un señor inglés”, asegura. José Manuel de León Izquierdo heredó no sólo el molino de gofio que lleva el nombre del barrio, sino también el oficio, al que se dedica desde muy joven, prácticamente, desde toda la vida.

“De niño, después de la escuela, venía con mi hermana y mi hermano aquí. Mi padre ponía un cajón debajo y empezábamos a pesar y a amarrar porque había tres partes de envasado, mientras tanto, mi madre llenaba las bolsas a pala”, recuerda. “Yo me he criado en este lugar; para mí es un pequeño tesoro”, afirma este hombre de 47 años, quien día a día lucha por sacar adelante un negocio que no escapa a las actuales dificultades económicas y además, se enfrenta a las generadas por los nuevos adelantos técnicos, pese a que algunos de ellos, como la máquina de envasado, le han facilitado el trabajo.

Este vecino de San Antonio sigue las técnicas de antaño para elaborar el preciado alimento, tal cual lo aprendió de sus antecesores, con una piedra artesanal.

Envasa los paquetes de un kilo, aunque para ello cuenta con una máquina semiautomática. Su objetivo es tener la producción lista el miércoles, así jueves y viernes se puede dedicar a vender. También el fin de semana, en el puesto que tiene en el Mercadillo del Agricultor.

Aunque se trata de un alimento casi indispensable en la cocina del Archipiélago, un producto que tiene todas las proteínas necesarias para el cuerpo, que inspiró letras de canciones y poemarios y hasta auxilió a los canarios en épocas de penuria y los acompañó en su emigración hacia América, sostiene que en los últimos años “cuesta mucho sacar adelante el negocio porque la crisis se siente y ha bajado la demanda”. No obstante, al ser de herencia familiar, su negocio también tienen una parte de nostalgia y por eso dice que “está entre la espada y la pared, luchando siempre por los precios”, para poder mantenerlo. Miles de recuerdos que tiene de pequeño y que aún hoy siguen vivos en su memoria.

Todo ello sumado a que el inmueble, situado en el centro de San Antonio, en la plaza, justo frente a la ermita, forma parte del patrimonio y la historia cultural y empresarial del barrio y del municipio. Una historia en la que José Manuel también pone día a día sus “granitos” de cereales para conservarla.