Muy poco han durado las alegrías del rescate bancario. Después de que Rajoy se sacara de la chistera esa curiosa prestidigitación en base a la cual España no ha sido rescatada sino que ha salvado el euro, los mercados dudan de un plan que sigue sin hacerse público y la deuda se dispara nuevamente con la prima de marras otra vez por encima de los 500 puntos.
Muy poco ha tardado Rajoy en sucumbir al fatal síndrome monclovita que consiste en negarse a ver la realidad. El líder del PP fue muy crítico con Zapatero por no reconocer la llegada de la crisis cuando se produjo o por dejarse fascinar por aquellos brotes verdes hoy resecos y olvidados, pero ahora él mismo ha quedado cautivado por una explicación absurda del rescate bancario, en la que su Gobierno habría conquistado heroicamente -contra los elementos- un nuevo islote Perejil.
Los políticos trasforman sus fracasos en victorias de boquilla, pero el hecho cierto es que Europa vigilará con fiereza la reestructuración del sistema financiero y controlará el cumplimiento de los objetivos de déficit. Las cosas se van a poner muy peludas, por aquí abajo. Ahora debemos cien mil millones de euros más. Y hay que empezar a pagarlos.
El presidente Rivero y Ana Oramas, con apenas un día de diferencia, han señalado la responsabilidad de Rajoy en la chapucera resolución del rescate que no iba a producirse y que el propio ministro Soria negaba apenas un par de horas antes de formalizarse. Rajoy es también responsable de la presentación de esta intervención parcial como un préstamo a bajo interés entre coleguillas de pupitre. No es eso lo que ha ocurrido. De hecho, seguimos sin saber con certeza cuáles son las contraprestaciones del maná para los bancos, ni siquiera cuándo empezará a fluir, ni las condiciones que va a poner el Gobierno a las entidades financieras para evitar su quiebra. Carecemos de información fidedigna -a cuatro días de su aprobación- de las condiciones y detalles del acuerdo entre España y el Eurogrupo. Pero el diablo está en los detalles. A la gente que maneja la economía no le ponen las gestas heroicas, sino la información precisa. La letra menuda del contrato. La foto del conejo.