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La sonrisa de doña Paulina

NICOLÁS DORTA | Guia de Isora

Paulina, en su casa de Chirche, a los 97 años y “como una rosa”. / N. D.

Paulina Dorta Alonso es la persona con más edad de Chirche. Pero no lo parece. A sus 97 años conserva una vitalidad que salta a la vista. Una sonrisa sosegada por casi todo lo que pasa a su alrededor. Así, se ha planteado su existencia desde que comenzó a trabajar en el monte a los nueve años. Vivir “según las cosas se presenten”. Sin darle demasiadas vueltas, asumiendo “lo que Dios quiera”, dijo ayer a DIARIO DE AVISOS.

Es la misma filosofía de María Mesa, otra vecina querida de Chirche, que Paulina conocía bien. María vivía en la casa de los Mesa, donde estaba la escuela, el teléfono, el centro de reunión. Donde se traía a San Felipe y “se iban a rezar las novenas en mayo”, recuerda Dorta, quien sigue rezando por las noches, y cuando le traen La Milagrosa en la caja de madera.

Paulina vive en una de las calles más verticales de Chirche. Un poco más abajo está la esquina del “chorro”, por donde se va a La Cancela y al camino de la galería de Tágara. No aguanta mucho la televisión encendida y tampoco tiene un entretenimiento mayor que estar a gusto en su hogar. No necesita cuidados especiales, salvo las curas en sus piernas.

Pese a todo, camina cuando puede y dice que no tiene miedo a nada, ni a los años que le quedan por vivir, con esa memoria que la mantiene despierta, esa manera de estar en este caserío lleno de silencio. De joven trabajó la tierra, como prácticamente todas las mujeres de este pueblo, bien sea recolectando cereales o tomates. “Siempre estaba en el monte, arando, cogiendo frutas”, dice. Recuerda cuando se daban los garbanzos, en un épocas donde no había luz eléctrica, ni nevera pero la tierra era rica. La luz llegó a Chirche en 1974. Al principio se alquilaba a través de un motor que encendía los primeros bombillos que iluminaban las casas y las primeras televisiones.

Paulina tiene tres hijos, ocho nietos y más bisnietos. Una familia que la apoya y la protege. Considera que el pueblo “ha cambiado a mejor”, que las calles están más cuidadas. “Da gusto verlo”, afirma. Se casó en San Pedro de Aripe con Luis Martín, que ya murió. Provenía de Chiguergue y se conocieron por la zona, en las fincas, en las calles, como todo el que andaba por aquí. “Él sólo estuvo en Venezuela poco más de un mes, no aguantó”, subraya sonriendo.

Chirche, Aripe y Chiguergue estaban conectados por los senderos, ahora también por el asfalto. La Fiesta de San Pedro de Aripe, era bastante buena, afirma. Venía mucha gente de Guia de Isora. En Chirche también había bailes, primero con grupos, incluso en casas, y luego llegaron las orquestas. Pero esta señora nunca fue de mucho baile. “Mi casa y el trabajo”, dice. Esas eran sus prioridades.

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Pisar la uva

Hace muchos años que Paulina no prueba el vino. Un componente esencial en la dieta de los chircheros, en la zona, sobre todo de blanco. Sí recuerda que pisó y recogió mucha uva en los lagares repartidos por todo el pueblo. Ahora han desaparecido bastantes, y ya no se saca la misma cantidad de vino que antes. Lo único que bebe Paulina es el “cortadito” de todas la tardes. No falla. Paulina es alta, como gran parte de su familia y en su casa hace de todo. “No me falta de nada”. Sí que echa de menos cuando podía salir más a la calle, o ir a comprar algo a las ventas que había en Chirche, Ya tampoco queda ninguna. Eran ventas con lo básico para abastecer a una familia y “alguna golosina”, dice esta señora. También recuerda los primeros extranjeros que llegaron a Chirche. Eran alemanes. Muchos se quedaron, al lado de su casa. La convivencia ha sido de lo más normal en estos años.

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