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La taberna del Parlamento > Nuria Roldán-Arrazola

Algunas de las buenas cosas que hemos vivido estos días ha sido recordar la reunión de los demócratas españoles en la capital Bávara entre el 5 y el 8 de junio del ajetreado año de 1962.

Aquella reunión, en el marco del IV Congreso Europeo, fue la primera reunión pública entre intelectuales franquistas y miembros de la oposición democrática desde la guerra civil. Tan relevante fue aquella reunión, que el Régimen Franquista lo designó con el peyorativo nombre del Contubernio de Múnich.

Aquel encuentro puso las bases de lo que serían los pilares de una posible transición democrática en nuestro país.

Años después, y ya en España, esos mismos miembros se reunían en una pequeña taberna situada en la trasera de la Carrera de San Jerónimo. Donde, al margen del rigor del Parlamento, dialogaban tomando un vermut de grifo tan propio de Madrid.

La falta del lugar y la burocracia del Parlamento han convertido a la casta política, que no a los políticos, en personas alejadas de la vida de sus representados y provoca el supino aburrimiento y el cabreo de la ciudadanía.

Hoy las castas políticas han convertido a los parlamentos en enfrentamientos de trincheras, en lugar de combates entre opositores capaces de convencer con su dialéctica y la fuerza de los hechos.
Hoy se comunican a través de los medios de comunicación, de ruedas de prensa o de breves conversaciones telefónicas.

Hoy, inmersos en una Gran Recesión, es imprescindible esa altura de miras que tuvieron nuestros conciudadanos para no embarrar la nave en puertos extraños.

Si hace cincuenta años la empresa política del tránsito de la dictadura a la democracia y el final de la violencia, tuvieron un marco de diálogo político, no parece descabellado pensar que hoy sea ese marco dialógico el que nos ofrezca la posibilidad de seguir navegando juntos.

Para ello la casta debe desaparecer y la política debe ocupar su lugar; para ello se hace imprescindible esclarecer responsabilidades y elevar la transparencia a categoría democrática. Esto significa responder a las demandas públicas del desaguisado de nuestras Cajas de Ahorros.

El sometimiento a los tribunales de los responsables públicos y privados de la situación económica.

Por ello la ciudadanía debe ejercer su defensa como acusación popular, en aquellos procesos judiciales que se pongan en marcha para exigir la aplicación de la ley ante el abuso y la ignominia de los comportamientos de nuestra casta política. Los partidos políticos y entidades sindicales miembros de los consejos de administración de cajas y empresas públicas, deben actuar con prontitud para significar los abusos de poder de sus representantes.

Sólo los hechos tendrán validez en estos momentos. Los hechos encaminados a sumar voluntades de altas miras que sean capaces de engrandecer horizontes de los que los agentes actuales no formaran parte.

¿Estamos ante una segunda transición?, es difícil de decir, lo que parece claro es que nuestras formas de convivencia política, económica y social, deben dar un giro en sus hábitos y pautas sociales y al igual que la transición ofrecerá un nuevo marco de convivencia a las generaciones venideras. Para ello debemos ejercer la elación de nuestros espíritus.

Necesitamos nuevas tabernas.