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La vida sigue igual > Jorge Bethencourt

Al final, unos que vienen y otros que se van. Julio Iglesias no es de Coalición Canaria y se nota. Porque ni vienen los unos ni se van los otros. Siguen los mismos, que han ganado por los pelos. Porque en las entrañas del nacionalismo reinante se mueven las tripas de mucha gente que siente que está pasando algo.

La ajustada victoria de Paulino Rivero va a ser interpretada -con lógica- en un doble sentido; en el de la supervivencia política del presidente, que se asegura cierto control en una nueva candidatura a la presidencia, y en la ya innegable existencia de una importante mayoría de militantes y cargos públicos que sienten que CC lleva una preocupante deriva que le aleja de la sociedad de las islas.

Rivero se ha partido el espinazo, con esa constancia que tiene de corredor de fondo, en trabajar el difícil mundo de las alianzas y los equilibrios de un partido (un eufemismo) tan complicado como Coalición Canaria. Pero como una extraña Penélope macaronésica, todo lo que tejió con esfuerzo hacia dentro lo destejió hacia fuera desde una presidencia de Gobierno discutida y discutible.

Es verdad que gestionar las crisis y las miserias es muy difícil. Pero la tarea se vuelve imposible cuando, además, se la complica uno echándose encima a los medios de comunicación, se enreda en un discurso irreal y se refugia en un optimismo suicida.

Canarias presenta cifras de quiebra. Y no ha sido por la gestión pública autonómica, que desde hace dos años ha asumido recortes y sacrificios que no se pueden negar. El problema de esta tierra es estructural. Las reformas que hacen falta -fiscales, administrativas y económicas- son tan radicales y tan difíciles, que solo un político que esté dispuesto a no ser reelegido sería capaz de afrontarlas. Es aquello de pensar en las próximas generaciones, en vez de en las próximas elecciones.

En una sociedad derruida por el paro, por la crisis económica, por la debilidad de los sectores productivos, por la dependencia de ayudas y subvenciones, resulta increíble que el universo de nuestras preocupaciones y análisis sea la telenovela de quién sigue en el machito.

Aquí nadie ha entendido que esto se hunde. Aquí hablamos de los trescientos sesenta mil tirados en la cuneta de la prosperidad como si fueran hojarasca.

Aquí no pasa nada en la burbuja del poder, a donde no llega el grito silencioso de los ahogados. Al final dará igual la corona, si el rey sólo gobierna un cementerio de colillas apagadas del cenicero de los mares.

Twitter@JLBethencourt