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Las personas, siempre lo primero

Malos tiempos casi para todo, y claro que no es cuestión de ponerse pesimista sin más. Las economías española y canaria, que son las que más nos interesan (aunque ya sabemos que éstas a su vez se vinculan a tantas otras, más en las Islas por la dependencia extrema del turismo europeo y peninsular), han frenado en seco, y lo que se avecina, lo que se observa a poca distancia, tampoco es para montar una exhibición de fuegos artificiales, sobre todo porque al rescate financiero confirmado el sábado 9 de junio, con una línea abierta por la UE de 100.000 millones de euros para las entidades de crédito nacionales que han hecho crack por no cuidar su exposición a la burbuja inmobiliaria, hay que unir el impacto de todo el préstamo en la economía doméstica de tantas familias, muchas de ellas, más de la cuenta, sumidas en el desconcierto, la desesperación y, en algunos casos, hasta en la pobreza más absoluta.

Lo importante, que ya lo decimos en el título de este editorial, tiene que ser la persona: la atención a las personas, el cuidado meticuloso de los ciudadanos, en especial de los que no pueden gestionar sus exigencias elementales por sí solos. Y decimos personas en toda su magnitud, y sobre todo para que las administraciones públicas, del ámbito que sean y gestionadas por las siglas políticas que corresponda, pongan el acento en esto, principalmente en esto: en la dignidad de las personas.

Por ahora, todo hay que decirlo, no se han detectado demasiados casos flagrantes de incompetencia política, esos de echar la vista hacia otro lado ante la desgracia de los demás, lo cual no evita que el momento actual sea el oportuno para incidir en que los gestores públicos, hoy más que ayer y quizás menos que pasado mañana (que será más), abran los ojos de par en par para detectar las crisis de los demás y luego actuar para preservar la dignidad humana, en todos los casos. Es lo que tiene que dar la Administración pública, sin demora y sin excusas: la gente es lo primero y a la gente no se le puede fallar. Es el servicio más útil, sin duda, y también por el que se paga.