esto no se cobra >

Lo normal > Cristina García Maffiotte

Llevamos, en el último año y medio cuatro, cinco o seis cumbres europeas históricas. Diez o 12 semanas clave para el futuro del euro y, por supuesto, 30 o 40 reuniones vitales al más alto nivel para solucionar la crisis; una crisis que podría resolverse simplemente con un poco de pedagogía. Solo hace falta explicarle a Angela Merkel, con un poco de tiempo, un buen Power Point y mucha mucha paciencia, que en este país tenemos un concepto muy libre de lo que es normal y que ese ha sido nuestro gran problema. Tan sencillo como hacerle entender que en este país consideramos normal que a un político (a cualquier político) se le de, justo cuando toma posesión, un móvil, un despacho, un coche oficial y una tarjeta para gastos de representación con la que se paga sus propios almuerzos y cenas. Por supuesto, dietas por asistencia, traslado, billetes en primera clase y, en algunos casos, hasta ordenador personal y ADSL en casa. Merkel puede pensar que es una frivolidad pero, amablemente, deberíamos explicarle que eso no es un derroche, no. Esos gastos están justificados porque lo que la sociedad española quería evitar es que cualquier preocupación por asuntos mundanos (aparcar el coche para ir a una reunión, tener suelto para tomarse un bocadillo, no llegar a final de mes) les quitara a nuestros cargos electos ni un segundo de su tiempo y pudieran centrarse así en lo verdaderamente importante. Ya puestos, debería comprender también que en este país teníamos la sana costumbre de ser alegres con el presupuesto público. Lo hacíamos así, porque era lo normal. Tan normal como aspirar a que cada pueblo, cada barrio, casi cada calle de todo el territorio nacional tuviera su propio polideportivo, auditorio y orquesta sinfónica y centro internacional de ferias y congresos. Y qué necesidad de ese derroche en infraestructuras, se preguntará Angela y nosotros le contaremos que en este país hicimos ese esfuerzo constructivo para garantizar la igualdad de todos los españoles, que ninguno se sintiera menos que otro por no tener un estadio olímpico, un pabellón cubierto y un aeropuerto a 15 minutos de su casa.

Igual cuesta que lo entienda, pero estoy segura de que haciéndole un buen esquema puede llegar a entender que en España lo normal era que las decisiones en las cajas de ahorro las tomara un político sin más idea de economía que lo que podía entender leyendo por encima el Expansión. Porque si no lo poníamos ahí, ese político que se había quedado descolgado en una lista electoral se dedicaba a estorbar y a molestar en su propio partido y eso hacía que los políticos en activo se distrajeran de sus obligaciones.

Con un poco de empeño y muchas dotes de pedagogía, Angela Merkel puede llegar a entenderlo. Es más, si ella pusiera un poco de interés se daría cuenta fácilmente de que no ha habido maldad por nuestra parte. Es solo que aquí eso es lo normal. Tan normal como que el país no se paralice ante el copago, los recortes o los tijeretazos al Estado de Bienestar y sí ante la final de una Eurocopa. Si ella fuera capaz de entenderlo, seguro que mañana también saldría a la calle a gritar eso de yo soy español, español, español. Sería lo normal.