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Más cerca, por Óscar Herrera

No hace falta ser muy listo para comprobar que el Tenerife ofrece pocas garantías futbolísticas, pero está donde tenía que estar. Donde queríamos que estuviese, en la pelea definitiva por el ascenso. Ayer de nuevo volvió a ser un equipo inestable, con mucha pegada pero muy irregular. Le valió otra vez una capacidad de sacrificio enorme y no venirse abajo cuando la Balona empató a dos y puso la eliminatoria al borde del abismo. Comprobamos como antes del 3-2, el colegiado dejó de señalar un penalti a favor de los visitantes que casi hubiera matado al Tenerife, pero no lo pitó, y no lo hizo posiblemente porque es el Heliodoro, esa acción fuera de casa te la pitan fijo. De ahí la importancia de jugar los partidos de vuelta como local. El influjo del Heliodoro a este tipo de árbitros les afecta bastante, es por eso que sería más conveniente que el sorteo de mañana sacara en primer lugar la bola de la Ponferradina.

Llegados a este momento de la temporada ya nadie se sorprende con la manera que tiene este equipo de complicarse los partidos, de ponerle una emoción innecesaria que nos sitúa a todos a las puertas del colapso. La realidad es que sólo estamos a dos partidos del ascenso, a 180 minutos de conquistar un logro impensable hace dos meses cuando García Tébar era aniquilado por la plantilla en Vigo y parecía que se tiraba por la alcantarilla todo un año. Pero eso ya no importa. Ahora solo hay que superar un último obstáculo y regresar a Segunda A. Y creo que así será. Con mayor o menor sufrimiento, seguro que con mucho, pero tenemos casi todo a favor. De ayer un solo pero: la afluencia de aficionados sigue siendo poca para lo que hay en juego. Motivos habrá y siempre encontraremos excusas para justificar una entrada mediocre para tamaño objetivo, es probable que la espantada de seguidores sea producto de los fracasos de los últimos años, pero siempre hay que saber congraciarse con tu club.

Para el último partido de la temporada en el estadio espero que seamos más y que entre todos creemos el mejor ambiente posible en un partido a muerte súbita. Da igual cómo, no importa si somos mejores en el campo o no, da lo mismo si merecida o inmerecidamente, lo que importa es rematar la faena. Sin temor a la meta final.