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Opciones en el límite > Francisco Pomares

Hace apenas un par de semanas, Rajoy se presentó en una sorpresiva rueda de prensa y nos dijo que gracias al excelente acuerdo que acababa de negociar con Europa para sanear los bancos españoles, abriendo una vía de crédito (así llamó al rescate) las principales dificultades a las que se enfrentaba el país se habían sorteado y todo iría a mejor. Lo cierto es que el rescate de la banca, formalmente solicitado el lunes, no ha servido para tranquilizar los mercados ni siquiera durante diez días: la rebaja de la calificación de las entidades bancarias españolas ha provocado tal situación de desconfianza que ha logrado hundir la bolsa y que la prima se vuelva a disparar. Estamos igual que antes del rescate bancario, con la nada sutil diferencia de que ahora le debemos más dinero a Europa, y además vamos a tener que pagarlo -junto al resto de la deuda- a un interés creciente.

En España se está decidiendo el futuro de la moneda única y de esa entelequia a la que llamamos Europa. Aunque sólo fuera por eso, habría sido razonable esperar de Alemania -que gobierna las decisiones económicas de la eurozona- que se decidiera a asumir algún riesgo financiero en el rescate de los bancos españoles. Pero la fórmula que se aplica por sistema en todos los rescates, es absurda: lo que se hace es prestarle dinero a España para que sea España -los españoles con sus impuestos- quienes rescaten a los bancos, con lo que la deuda pública se dispara, y con ella la prima que hay que pagar. Mientras nuestros ingresos decrecen, los intereses de nuestra deuda crecen sin límite. Los esfuerzos de contención del déficit se estrellan contra una deuda en crecimiento enloquecido. Lo cierto es que ningún banco prestaría dinero a una familia insolvente, incapaz de pagar los que solicita en los plazos previstos. Y sin embargo, eso es lo que está haciendo Europa, exigiendo de paso a España condiciones leoninas que no ayudan a activar la economía, sino que siguen enfriándola.

De este círculo infernal sólo se puede salir si Alemania se decide a cambiar el formato de intervención, prestando directamente a los bancos, y si el Banco Central Europeo asume un calentamiento de la economía por la vía de la inflación. En Alemania se les ponen los pelos como escarpias cuando se habla de inflación, pero hoy por hoy las opciones tienden a limitarse: o se inyecta liquidez a Europa a través de la maquinita de hacer euros, o el euro dejará de existir, y con él Europa. No estoy yo muy seguro de que la segunda opción sea a la larga mejor negocio que la primera.