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Pedro Arriola > Luis Ortega

En la cocina o sala de máquinas de los partidos, elija el calificativo, los sociólogos han adquirido un protagonismo capital, excesivo para muchos políticos electos que, cansados de obedecer normas, consignas y consejos, se quejan con cierto cabreo. “Si todo eso está muy bien pero, al final, quien pones la cara eres tú”. En los últimos días, acaso porque la vanidad aparece con los años -como la solera o la acidez de los vinos dependiendo de la calidad de la uva- saltó a la palestra Pedro Arriola, que, desde los años del ínclito Aznar, lleva la imagen y dirige las campañas del Partido Popular y, hasta en una ocasión, se entrevistó y negoció con ETA en nombre del gobierno conservador, sin resultados, como es obvio. Crecido por la rotunda victoria de Rajoy, a la tercera va la vencida, y en una entrevista complaciente de El Mundo, afirmó que “su cliente volverá a ganar las elecciones” que, salvo circunstancias impensables, se celebrarán a finales del año 2015. Seguro que la rotunda afirmación del marido de Celia Villalobos cuenta con la red de casi cuatro años de espera pero, en cualquier caso, la demoscopia no puede responder a los deseos de los clientes ni de los técnicos. Y cualquier afirmación que, sobre horizontes electorales, hagan Pedro Arriola, desde una parte, o José Félix Tezanos, desde la otra, deben guardarse en prudentes paréntesis. La gravedad de la crisis -digan lo que digan los especialistas en opiniones ajenas- castiga sin matices a la izquierda y la derecha y, del mismo modo, que pateó el trasero de Rubalcaba en castigo destinado a Zapatero, se desembarazó del descarado Berlusconi, retiró a Sarkozy y hace perder, estado a estado, a la comadre Merkel, cuyas recetas impone como la abuelita de Piolín a los polluelos que le hacen caso. Al tiempo. Por otra parte, cuando los sociólogos, como es el caso de José Ignacio Wert, dan el salto al primer plano del poder dejan ver sus lagunas vergonzosas entre la teoría y la crítica, la histórica diferencia entre predicar y dar trigo. El ministro de Educación -antes un reputado director de una consultora- ha logrado, en poco más de cien días, poner en su contra a docentes, alumnos, padres y sindicatos. Por eso, el optimista y prematuro clamor de Arriola fue una inyección de optimismo para el presidente -como la invitación del tecnócrata Monti- a una reunión sobre crecimiento, después de cuestionar las posibilidades de España de salir con sus propios medios de la crisis. Humo, si se quiere de un buen habano o palmero, como le gustan a Rajoy, pero hasta hoy, con una erosión de poder que alcanza un punto por mes, humo.