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PGO, adagio ¿Lento?, Lentísimo, ¿seguro? Segurísimo > Ramiro Cuende Tascón

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Mientras compongo mi primera sinfonía Territorial, hago un alto para macerarme en el mundo de la sinfonía coral, que es lo que me sugiere lo acontecido en la última etapa de la tramitación del PGO chicharrero. Veo la foto de una parte del gobierno santacrucero al fondo de una noticia, titulada -esto de los titulares tiene tela- “El alcalde denuncia manipulación en ámbitos sensibles del PGO capitalino”, para lo que, solicita tres meses más de multivigilancia o marcaje estrecho. La foto recuerda al genial Gila, con aquello de ¿alguien ha matado a alguien? Falta Martín.

Las últimas semanas vividas, me han sumido en la Pathéthique de Tchaikovski, obra llena de notas enigmáticas. Sobre el movimiento primero escribe: “Quejas, dudas, lamentos y reproches contra no se sabe quién”; en el segundo “… ¿Tengo acaso que echarme en brazos de la fe?”. Me temo que la fe la hemos perdido. Las melodías descendentes suenan una tras otra con una decadencia paulatina, mientras el hilo conductor, ese motivo del destino, reaparece en cada movimiento para acercarnos un poco más a lo inevitable. La obra acaba en un decreciendo casi infinito, hasta que el último eco de sonido se extingue.

Es una descripción asimétrica de la vida de este PGO, que languidece por minutos, gracias a la tristeza de cuantos dudan hasta de su sombra, para satisfacer a una cuerda de irresponsables por todos conocidos. Como sigan perfeccionándolo, no lo acaban nunca ¡Pero, ni este ni ninguno! No dude, tras el perfeccionismo se oculta sólo incapacidad.

Y dijo Dios: sea la luz, y fue la luz. Y a la luz la llamó día, y a las tinieblas llamó noche, algo así habrá que hacer con el PGO, me explico con claridad, o separan el trigo de la grana, o aceptan que lo perfecto es imposible, o encienden la luz o Santa Cruz se apaga.

Al principio fue la cantada de Las Teresitas, que sigue coleando, esta se la apunta el gobierno o una parte del actual, y parte de la, hoy, oposición. Luego fue Parejo con su plan conocido por nadie, a mi entender, la mayor de las mentiras.

Más tarde fueron los barrancos, las laderas, el insoportable ruido, de la mano de Felipe Campos y de Corrales, por aquel entonces, secretario socialista. También de la mano de respetables partidos emergentes
¡Pero!, no caló en la ciudadanía, no afectaba suficiente. ¿Qué hacemos, se preguntaban? ¿Cómo derribárselo? Los tenemos, da igual, si sí o si no, bueno que malo. Más carbón, más madera, son ladrones, especuladores, son de todo, son innombrables. Y, mientras unos se divierten jugando con un puñado de votos, y los otros dándole tanta y tanta seguridad jurídica, por si las moscas, la ciudad se muere de inanición.

El único mérito, el suyo, el de la ciudadanía.