el análisis >

Recetas presidenciales contra la crisis > Leopoldo Fernández

Tuve la fortuna de participar en el programa El Debate de TVE en Canarias que, emitido la víspera del Día de Canarias, reunió a los expresidentes del Gobierno Jerónimo Saavedra (PSOE), Fernando Fernández (CDS) y Manuel Hermoso (CC), para hacer un balance inevitablemente somero, dada la duración del espacio, sobre los treinta años de autonomía isleña, y abordar, también por encima, algunas cuestiones de actualidad. Los tres interlocutores se mostraron en buena forma dialéctica y, lo mejor de todo, con las ideas muy claras y una riqueza de matices que habla muy bien de su veteranía y sus conocimientos sobre la realidad de las Islas. Con lo que habría que insistir una vez más si su experiencia no sería bueno aprovecharla, por quien puede y debe hacerlo, a la hora de abordar cuestiones decisivas para los intereses de todos. Pero esta es otra cuestión.

Los tres ex presidentes coinciden en un diagnóstico diáfano: la autonomía es irreversible, el mejor antídoto contra el centralismo obsoleto, no necesita regresos al pasado, y gracias a ella Canarias, pese a sus actuales y muchas dificultades, ha avanzado como nunca en su historia, tanto en materia económica como de autogobierno. No procede volver a recentralizar, ni a homogeneizar, ni solo a descentralizar; es preciso seguir adelante, pero rectificar errores, evitar duplicidades y corregir algunos excesos. A partir de aquí vienen las gradaciones. Para Saavedra, el Ejecutivo autonómico debe tener máxima fortaleza, no puede ser una especie de suma de gobiernos insulares. Para Fernández, partidario de un mayor protagonismo de los cabildos, el Estatuto de Autonomía ha sido lo más relevante de la historia de Canarias, ya que ha producido un espectacular cambio económico. Para Hermoso, alineado con Saavedra en materia de cabildos, se ha consumado un sueño: los poderes legislativo y ejecutivo se han acercado a la realidad canaria, los problemas se conocen mejor desde aquí y se resuelven mejor desde aquí, ya que en los órganos de la Administración central del Estado persiste la incomprensión y el desconocimiento de las singularidades canarias.

En estos momentos en que lo fácil resulta echarle las culpas “a Madrid”, o escudarse en los problemas sobrevenidos “de Madrid”, como apuntó con un lenguaje impropio, carente del obligado sentido institucional del Día de Canarias, el presidente Rivero en su discurso del auditorio, quienes le precedieron en la jefatura del Gobierno autonómico consideran que sí existe un recetario de medidas propias para afrontar la actual situación de crisis en Canarias. Y como el primer problema, y el más grave, de las Islas es el paro, los tres expresidentes abogaron por no lastrar más el desarrollo económico e impulsar la generación privada de actividad económica, que a su vez permitiría crear empleo. ¿Cómo? Acabando con el exceso de normas, derogando leyes inútiles y contradictorias a troche y moche, terminando de una vez con los cuellos de botella que cercenan la libertad económica y retrasan o imposibilitan las inversiones. Se han anunciado muchas medidas al respecto, pero se han consumado pocas o casi ninguna. Y si uno mira además hacia los planes generales de ordenación, su parálisis, sus retrasos, los condicionantes absurdos que muchas veces reciben -esto lo digo yo-, el panorama resulta desolador. ¿Alguien se imagina el despegue económico que podría iniciarse en ciudades y pueblos tan pronto se acometieran obras previstas desde hace años pero paralizadas por esa burocracia demencial que pone trabas a todo hasta límites enloquecidos? ¿A qué se espera para aprobar los PGO? ¿Quién responde por tanto desafuero?

“Desde la entrada en vigor de la Ley del Territorio -opina Saavedra-, nos hemos emborrachado haciendo leyes, avalanchas de normas, planes de todo tipo y carácter. Quien viene hoy a Canarias con ánimo de invertir, sale huyendo en cuanto ve cómo están las cosas; hasta con la prórroga de la Moratoria, que fija nuevas trabas inaceptables en las actuales circunstancias…”. Todas las fuerzas políticas deberían unirse para hacer frente a esta situación y acabar de una vez con “la madeja de los líos”. Fernández cree que tantas leyes “lastran nuestro desarrollo” y que también es preciso “podar el exceso de burocracia”, “mancomunar servicios municipales” y “reducir el tamaño del Gobierno” en línea con la propuesta que formuló Soria en 2010, que se ha quedado en papel mojado ya que hasta ahora sólo se ha anunciado la eliminación de tres empresas… Hermoso considera que la crisis es “brutal, estremecedora”, con uno de cada tres trabajadores activos y uno de cada dos jóvenes canarios en paro. El ex dirigente nacionalista considera que “hemos vivido una etapa de excesos” y ahora se impone analizar la situación y, por doloroso que sea, adecuarnos a la realidad. Centrado así el problema, dando por sentado que conocemos el diagnóstico de la situación y que es imprescindible el entendimiento con el Ejecutivo de España, Saavedra propugna romper la dicotomía Gobierno-oposición para dar paso a una “unión codo con codo” de todas las fuerzas parlamentarias y agentes sociales y económicos” de las Islas para trabajar juntos, bajo principios de solidaridad, sobre “las grandes cuestiones” que a todos importan, desde el control del déficit público, “donde Canarias viene trabajado ejemplarmente los últimos años”, a la facilitación de la inversión privada en campos de grandes posibilidades como la energía, el turismo, los puertos y las infraestructuras, “por encima de planteamientos ideológicos”.

El centrista Fernández, muy preocupado por la emigración que propician las circunstancias económicas, va más allá al reclamar un Gobierno de concentración de los tres grandes partidos dada la gravedad de la situación que viven las Islas. Al respecto puntualizó que él mismo, en 2011, lo intentó y tuvo contactos con las fuerzas políticas para facilitar el acuerdo, pero -aclaró, en lo que constituye una andanada en toda regla al presidente del PP y ministro de Industria- José Manuel Soria dijo que no porque entendía que si ese Gobierno tenía que encabezarlo un nacionalista, “entonces yo no puedo ser presidente”, dijo en antena. No obstante, insistió en que sigue siendo necesario ese tipo de Gabinete canario. “Todos unidos, dijo, saldríamos mejor de la crisis”, opina con razón.

Hermoso coincide con sus antecesores en la Presidencia en que sobran leyes, aunque algunas son necesarias para defender las especificidades canarias, y al respecto, pensando en el Gobierno central, dejó una frase redonda: “No es bueno tratar igual a los distintos que distinto a los iguales”. Agregó que Paulino Rivero conoce los problemas canarios y necesita un entendimiento con Rajoy y con el ministro Soria. Al primero le echó en cara que tardase tanto tiempo en recibirle y al segundo, que no dialogue y entorpezca la tarea del Ejecutivo autonómico. En lo demás, se muestra de acuerdo con las opiniones de sus colegas.

Situado en el contexto que analizaron los expresidentes, el discurso institucional de Paulino Rivero ha sido un más de lo mismo de otros años. Buenas palabras, ninguna autocrítica, ninguna idea sustancial para salir de la crisis, ninguna aportación novedosa, mucho recurso a los tópicos de siempre. Parece como si todo se estuviera haciendo bien, y no es cierto. Además, faltan buena comunicación y explicaciones, las mismas que se exigen una y otra vez a Rajoy y su Gobierno. Como apuntaba acertadamente Saavedra, “el buen político sabe que tiene que hacer frente al precio de la crisis y no puede esperar salir a hombros” con la que está cayendo. Trabajar con “responsabilidad, realismo y firmeza”, como propugna Rivero, es hacer los ajustes imprescindibles, rectificar los errores, estar a la altura de las circunstancias y de las exigencias, por “un mar de razones”, que debe ser más, mucho más, que puro eslogan festivo. Tampoco se puede tratar de leer la cartilla al Gobierno del Estado olvidando las propias responsabilidades. Ni afirmar frívolamente eso de “recortemos gastos pero no derechos”. ¿Es que la bajada de sueldos a los funcionarios no lleva aparejado el recorte de derechos? ¿Acaso se puede ahorrar en Sanidad y Educación o reducir servicios del tipo que sea sin lesionar conquistas sociales que, sin embargo, es obligado acomodar a la realidad económica?

Es aquí donde sigue fallando el Gobierno, que carece de diligencia, coraje y aun liderazgo -es la tercera o cuarta vez que lo reitero- para hablarle al pueblo con franqueza, ofrecerle una previsible hoja de ruta y presentarle un balance real de los sacrificios, austeridades y recortes que practica consigo mismo, con pelos y señales. Sólo así, con el respaldo moral de sus propias y ejemplares acciones, puede presentarse el Ejecutivo con argumentos creíbles ante los ciudadanos para exigir a éstos nuevos sufrimientos, apreturas y mortificaciones. Porque las tres cosas van a traer consigo las cargas impositivas que el Gobierno se empeña en cargar sobre las espaldas de todos los canarios sin examinar otras alternativas o recomendaciones, tal y como solicitan o sugieren colectivos de empresarios, economistas, sindicatos, técnicos de Hacienda y asociaciones de vecinos. Hasta los tres expresidentes de Canarias consideran que en estos momentos una subida de tasas e impuestos como la que se propone restará inversión privada, fomentará el paro y disminuirá el consumo, agravando así la situación general de la economía.

Como se ve, son, diría Fernando Fernández, los fallos del sistema, tal cual los productos agrarios isleños no entren en el circuito hotelero, según se dejó sentado en el reciente seminario turístico organizado por DIARIO DE AVISOS. O que se siga dilatando la reforma educativa tras el estrepitoso fracaso y abandono escolar que presenta Canarias. O que no se ponga coto decidido a la falta de formación y cualificación de buena parte de nuestros jóvenes. Por no hablar de los eternos problemas del REF y su mejor aplicación con los actuales instrumentos de que dispone -que deberán ser revisado por Madrid y Bruselas el próximo año y aquí ni siquiera se ha acelerado el debate institucional y parlamentario para preparar la estrategia negociadora-, o de la progresiva pérdida de diferencial fiscal y de renta en comparación con la Península. Tras décadas de crecimiento y de sustanciales ayudas europeas, desde hace algunos años retrocedemos y hemos perdido doce puntos en el PIB, lo que demuestra que algo falla en un modelo económico que propicia un mal reparto de la riqueza, mayores desigualdades sociales y más paro y pobreza. ¿No valdría la pena volcar todos los esfuerzos oficiales para modificar, hasta donde se pueda -sólo hasta donde se pueda, nadie pide milagros-, el sesgo de los acontecimientos buscando los objetivos apuntados por los tres preclaros ex presidentes?