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Rescates > Domingo-Luis Hernández

Dijo Obama que cuando España clarifique el rescate, habrá calma. Lo sorprendente, e incluso lo inquietante, no es que el presidente de la nación más poderosa del mundo pronuncie en público la palabra España, que sería hasta halagador, lo asombroso es que infiera un pedido que a cualquier equipo económico de un país razonable le parecería un insulto: hagan los deberes, por favor, los deberes. Luego, lo que se deduce de lo dicho es que la tal España tiene a mal traer a los economistas de Europa y del mundo entero. Sucedió que a media tarde el gran ministro Guindos se sentó en una mesa y adujo lo que otros compañeros de gobierno habían negado a media mañana: que España había pedido a Europa 100.000 millones de euros para sanear la banca. Eso sorprendió a los crédulos que un día antes habían escrito en El País que, indudablemente, creían a su gobierno y no a los portavoces del Fondo Monetario Internacional. ¡Dios Bendito!, exclamó uno en la TV, ¿si no podemos creer a los que dicen que creen a quién demonios creeremos? Porque la cuestión es así de concluyente. Eso lo sabe Obama por lo que ha acontecido en su país y por eso proclama. Sabe que cuando la economía se tuerce, manos a la obra o… Es decir, informe al canto y si alguno debe visitar la cárcel por unos días que no falte la sopa de ajos y el líquido correspondiente. Aquí no.

Recordar que el partido que gobierna hoy en este país dijo que la solución del problema de España era que se hundiera definitivamente para ellos salvarla es hurgar en una herida que duele como pocas heridas en nuestra esperanza. Recordar que una actual ministra que fue del partido en cuestión dijo que la prima de riesgo de entonces era Zapatero forma parte de la proverbial pesadilla que nos hostiga. Y es que la cuestión no se reduce ahora a eso, a que la prima del tal Riesgo no sea ahora Rajoy, sino que (mire usted por donde) sigue siendo de Zapatero. Es decir, que gobierne la oposición, porque ellos a lo de ellos, un equipo económico que ni para los leones y un presidente que ni en el palco de la Eurocopa calma el desconcierto.

Podrá pensarse (así lo elude la derecha y la prensa de la derecha española) que los que no votamos al PP esperamos que esto se vaya a la… Y no es cierto. En este tiempo todos los ciudadanos de este país esperábamos que acertaran, porque en ello nos iba la vida y los ahorros. Por desgracia no es así. Y lo patético, porque el muerto está muerto y más que muerto, es ver cómo se esquivan responsabilidades y como se acusan las mentiras cada vez que abrimos un periódico. El asunto no se reduce en este momento a que el partido que pidió el voto con un programa se haya cargado punto por punto lo ahí enunciado; el asunto es que la huida hacia el abismo es imparable, que un presidente dice que dijo y quien no lo oyó decir lo que dice que dijo lo contradice, como Barroso y la Merkel, que recordaron que fueron ellos los que forzaron al rescate de la banca o que pusieran sobre la mesa los detalles ineludibles de ese rescate, que ya es hora.

Que la culpa es del chachachá (Zapatero), de Grecia y de Europa tiene fundamento, si se fundamentan los fundamentos, pero si el fundamento es estrictamente de poder (no de gobierno) e ideológico pintan bastos. El mundo lo sabe y por eso palpita. Tiembla porque estos que nos gobiernan pretenden equilibrios como Pinito del Oro para los que no están preparados.

Por ejemplo, es mucho 300 millones para los 6.000 trabajadores de la minería, a quienes los sucesivos gobiernos le prometieron diversificación industrial antes de cerrar y ni por ahí te pudras, y no está mal los 24.000 millones para la tal Bankia sin responsables visibles de los desmanes. Tampoco que este gobierno pretenda usar el dinero del que todos finalmente seremos responsables para salvar la banca particular de cuyas tropelías ninguno de nosotros ha sido responsable, y no cerrarla con candado y exponerla en un museo al uso para que la contemplen las futuras generaciones.

El asunto es más serio de lo que parece. Se ha repetido, y no por ello hemos de callarlo: calidad de la democracia que a este gobierno y al partido que lo sostiene parecen traerlos al socaire.

La cuestión no es acordar todos los ciudadanos de este país que el problema es serio, muy serio, y que por los desmanes del pasado hemos de apretarnos el cinto hasta doler. No es eso. Es ver, trasver y repetir el desarme moral de un gobierno que dilapida la responsabilidad con subterfugios funestos y se arrima al ascua de la sardina más insolvente.