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Tomás González Sánchez-Araña > Juan Carlos Díaz Lorenzo

Al orto, con los primeros rayos de luz de un nuevo día, el capitán Tomás González Sánchez-Araña emprendió su última singladura. Desde hacía casi dos años luchaba contra una enfermedad cruel que, al final, ha acabado venciéndolo. Ha sido una lucha sin cuartel hasta el último momento. Largó cabos definitivamente y dejó a su tripulación de familiares y amigos en su barco lleno de cariño, afecto y amistad.

Nació el 2 de octubre de 1940 en Las Palmas, en el seno de una familia de marinos, como su padre, Pedro González Márquez y su primo Manuel González Quevedo. Estudió en las Escuelas Pías de Santa Cruz de Tenerife y en el Instituto Tomás Morales de su ciudad natal y después ingresó en la Escuela Oficial de Náutica de esta capital.

En 1965 ingresó en CEPSA, de tercer oficial en el petrolero Gerona. Ascendió progresivamente en el escalafón hasta alcanzar el empleo de capitán, estrenándose en el petrolero Bruch. Ostentó, entre otros, el mando de los buques Bailén (1º), Hespérides, Talavera (1º), Zaragoza (2º), Albuera (1º), Astorga (1º), Moncloa y Arapiles (2º).

Por medio hubo un paréntesis de cuatro años en los que mandó el ferry Benchijigua, de Ferry Gomera, entre octubre de 1974 y septiembre de 1977 y el catamarán Alisur Amarillo, de Alisur. Sus expectativas de conseguir plaza de práctico titular se vieron frustradas, por lo que volvió a CEPSA como primer oficial de los petroleros Gerona (2º), Valencia, Lérida, Astorga (2º) y Tudela.

Después pasó a la flota de Maersk España y desempeñó el mando de los petroleros Maersk Gerona, Maersk Valencia y Maersk Lérida. En resumen, navegó durante algo más de 27 años y de ellos, quince años de capitán al mando de 16 buques petroleros de crudo y productos refinados.

La creación de la Sociedad Estatal de Salvamento (Sasemar) permitió al capitán Tomás González Sánchez-Araña la oportunidad de trabajar en el ente público desde sus inicios, desempeñando durante doce años la jefatura de la torre de control de Tráfico Marítimo de Santa Cruz de Tenerife.

Asumió responsabilidades importantes, propias de un profesional muy competente y entregado a su quehacer, en la primera etapa del Plan Nacional de Salvamento en Canarias, que tanto ha beneficiado a la comunidad naval y marítima con su presencia y sus actuaciones, salvando vidas humanas en todo tipo de circunstancias.

Es llamativo que el ente al que dedicó tantos esfuerzos, Sasemar, le haya negado el reconocimiento justo y merecido, no así la Cruz Roja Española ni la Liga Naval Española, que lo distinguieron con la Medalla de Plata y el Ancla de Oro, respectivamente.

Un día se supo enfermo y le plantó cara a la nueva situación con decisión y energía, ejemplo de valor y coraje, afrontando sus sesiones de quimiquera, como él decía, con bastante optimismo. Capeó en las mejores condiciones posibles su nueva situación y nos sorprendió gratamente cuando le encontramos muy recuperado y con unas ansias de vivir tremendas.

Sin embargo, después de Semana Santa, a la vuelta de viaje de La Gomera, la enfermedad se recrudeció y comenzó la cuenta atrás. Le vimos por última vez el Día de Canarias, en su habitación hospitalaria. Al despedirnos, Tomás quedó plácidamente acostado para “dormir la siesta del contramaestre”.

Supimos, entonces, que cuando despertara y subiera de nuevo al puente, ordenaría maniobra, largando proa y popa, virando cadena y con la ayuda de la máquina se abriría del muelle para luego dar avante. Después, entre puntas, enfilaría rumbo verdadero a mar abierta en la que desde ayer, bien temprano, navega en su último y eterno viaje.

Descanse en paz el muy querido y muy admirado amigo Tomás González Sánchez-Araña.