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Un ‘negocio’ de chinos > María Fresno

Comenzaron su implantación en las Islas con los tradicionales restaurantes chinos, y ahora lideran el subsector de los bazares. Mientras el resto de los comercios de Canarias cae en picado, el negocio de los chinos, en plena crisis, crece de manera vertiginosa.

El secreto de su éxito, además del bajo coste de sus productos, hay que buscarlo en la extraordinaria capacidad de trabajo y, quizás, en su escasa integración en la comunidad isleña.

¿A cuántos chinos hemos visto en un restaurante [que no sea chino, claro] almorzando con su familia? ¿En la playa? ¿En un parque paseando a los niños? En definitiva, en cualquier actividad del día a día de un occidental. Yo, a ninguno. La china es una sociedad especialmente cerrada y esto hace que la percepción que tengamos de ellos sea, en muchas ocasiones, negativa. A penas aprenden el idioma, y solo se relacionan entre ellos. Tienen nulo interés por empaparse de la cultura occidental. También es cierto que es un colectivo que crea muy pocos problemas sociales, ya que prácticamente están empleados en restaurantes y tiendas de compatriotas y, por lo tanto, no sufren desempleo y no los vemos por la calle pidiendo como a otros extranjeros. Pero lo que más me intriga es la rapidez con la que los chinos abren sus negocios. Un canario dedica meses y meses a desenredar la maraña burocrática que impone la administración para la apertura de un establecimiento comercial. Los chinos no. Un lunes vemos un local que se alquila o se vende y, en un par de días, ya está el chino abriendo, con toda la mercancía y los trabajadores despachando. No piden créditos. No se entrampan, como los españoles. Esto no entra en su concepto empresarial. Piden el capital para el negocio a sus familiares y amigos con la condición de írselo devolviendo poco a poco. Sin papeles, ni escrituras. Obviamente, el concepto de negocio es diferente. Y no solo porque trabajan más horas.

En China, la jubilación es a los 50 años. A partir de ahí, los que se dedicaron horas y horas a trabajar, ahora cambian el chip y solo viven. Se ríen de los españoles por jubilarnos a los 67. ¿Cómo vas a disfrutar si ya eres viejo? Y, en el fondo, no les falta razón. Con esta fórmula de negocio, los chinos se han ido haciendo, poco a poco, con un mercado, que el sector comercial ya empieza a temer.

Trabajan casi 24 horas a la semana 365 días al año. Sus beneficios, que son muchos, no revierten en la economía isleña. No invierten aquí. No contratan a empleados isleños. Dilapidan al comercio tradicional con ofertas que estos no pueden, ni siquiera igualar, y si un negocio no les es rentable, no tienen el más mínimo problema en coger su mochila y marcharse a otro lugar. Y vuelta a empezar.
El colectivo chino es ahora lo que fue, en los años 60 y 70, la comunidad hindú. Claro, con la diferencia de que estos sí están absolutamente integrados en la sociedad. Habrá que darles tiempo.

Twitter@MariaFresno72
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