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Un reloj con siglos de historia

Las restauradoras del Cabildo Isabel Concepción e Isabel Santos, trabajando en el reloj de sol. / DA

EUGENIA PAIZ | Santa Cruz de La Palma

La recuperación del reloj de sol de San Francisco se ha convertido esta semana en todo un acontecimiento social y cultural en Santa Cruz de La Palma, donde presidió la fachada principal de la Iglesia de San Francisco desde el año 1720 hasta mediados del siglo pasado. El interés que ha suscitado tiene que ver, además de con la memoria colectiva de los vecinos de Santa Cruz de La Palma y de la comarca, con el minucioso trabajo llevado a cabo por un nutrido grupo de personas, encabezado por Luis Ramírez Castro y Luis Balbuena Castellano, físico y matemático, respectivamente, que han dedicado toda su sabiduría y muchas horas de su tiempo, a la milimétrica y meticulosa construcción de este emblema cultural. Este instrumento de medición horaria cobra ahora, en el siglo XXI y en medio de la vorágine del conocimiento global de la comunicación a través de internet, un valor especial que trasciende de su importancia como patrimonio etnográfico del municipio de Santa Cruz de La Palma. Para su divulgación, el Ayuntamiento ha previsto la instalación de un panel informativo en la plaza y la edición de folletos informativos.

El reloj de sol franciscano garantizaba a los frailes y los moradores del barrio de la Asomada un medio fiable de marcación horaria. Los vecinos aplauden hoy la acertada decisión de restablecer el antiguo reloj que encabeza la fachada principal de la Iglesia de San Francisco, que desde 1508 y hasta la desamortización había sido parroquia del convento de la Inmaculada Concepción.

El responsable del Taller de Carpintería, Jaime Álvarez, acomete una de las fases de fabricación del reloj de sol de San Francisco. / DA

Para llevar a cabo este minucioso trabajo se desarrollaron numerosas pesquisas para “seguir el rastro del reloj a través varias fuentes orales”. Lamentablemente se tuvo que descartar la posibilidad de encontrar la obra, por lo que se optó por la construcción de uno nuevo, eso sí, “a partir de algunos testimonios fotográficos de enorme valor por la información que suministraron”. El resultado final, recuerdan desde el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, “es la nueva construcción de un reloj de sol formado a base de siete tablas de madera, dispuestas verticalmente, unidas entre sí, y rematado su perímetro por un marco. Para la fábrica del reloj se ha diseccionado una viga de madera de tea perteneciente a la antigua casa Vandewalle, en la calle Virgen de la Luz de Santa Cruz de La Palma, incendiada en el primer tercio del siglo XX”. Destacan asimismo que “en las labores de corte, limpieza, cepillado, encolado y pintado de las tablas han participado los trabajadores del Taller Municipal de Carpintería Oswaldo Marino Ferrera Rodríguez, Tomás Plata García, Lorenzo Riverol Padrón y Antonio San Juan Hernández, dirigidos por el maestro carpintero Jaime Álvarez Brito, jefe del servicio.

Los trabajos de construcción han durado unos dos años. / DA

Este último ha sido el artífice de las tareas artísticas de tallado con gubia de los números, letras y otros elementos ornamentales presentes en la pieza”. El reloj se ha completado con varios añadidos. Entre ellos, los anagramas del Taller Municipal de Carpintería y las datas de 1720 y 2011.

Tras la recuperación el reloj de sol de San Francisco luce todo su esplendor. | DA

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Investigación

Luis Ramírez y Luis Balbuena explicaron que “este es el fruto del trabajo de unos 15 años, si bien de manera no continua. La fase final, desde que se decide la recuperación del reloj hasta el momento en que se coloca ha durado unos dos años”. Recuerdan que “la búsqueda de documentación tuvo su comienzo a finales del siglo XX, como parte de las investigaciones para la realización de un Catálogo de relojes de sol en Canarias”, fruto de las cuales se encontró que “en la La Palma, además del reloj de sol de la Iglesia de Las Nieves, existieron al menos otros cuatro que bien pudieron coexistir a finales del siglo XVIII”. En una segunda fase del minucioso trabajo y una vez confirmada la desaparición de la mayoría de los relojes y verificando mediante entrevistas que algunas personas aun recordaban la existencia y características de estos, procedieron a recoger toda la información posible de fuentes orales “y se decidió trabajar en los archivos fotográficos en busca de alguna imagen que pudiese corroborar lo que la memoria de los informantes nos decía”.

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