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Verdades verdaderas > Jorge Bethencourt

Un error es un error. Pero la estadística puede convertirlo en algo irrelevante. Un jugador de baloncesto que tira diez veces a la canasta y anota nueve veces puede decir que ha acertado un noventa por ciento de los tiros. Pero si lanza cien veces y falla una canasta puede afirmar que ha tenido un noventa y nueve por ciento de aciertos. Y si lo hace mil veces y encesta novecientas noventa y nueve, puede asegurar que su margen de error ha sido menor que uno, un 0,1 por ciento. Pero ha seguido fallando una canasta.

En Canarias en un mes se puede constatar que según la estadística oficial la producción industrial ha crecido un 16%. Y al mes siguiente que ha caído un 14%. ¿Puede ser creíble una variación del 30% en sólo un mes? Seguramente no. Pero te lo comes.

Un responsable de una ONG daba, hace poco, datos aterradores sobre el crecimiento de la pobreza en Canarias. Seguramente ciertos, porque las Islas han seguido aumentando la brecha en la pérdidas de rentas brutas familiares con respecto a las economías continentales. Pero decía que 20 familias de las islas manejaban el 80% del PIB canario. Es dudoso que los más ricos de las Islas tengan una cuota de 32.000 millones de la riqueza anual que produce Canarias. Más bien será que el 20% de la población, unas 400.000 personas, se repartan el 80% de la renta bruta en las Islas. A saber de qué estadística saldrá lo otro.

Cuando escucho a los responsables de seguridad hablar de que, con las estadísticas en la mano, en Canarias no ha aumentado la inseguridad, me troncho. No es lo que me cuenta una vecina a la que le han robado en la casa. Ni una señora a la que le robaron las bicicletas del garaje. Ni el del supermercado, al que le roban comida un día sí y otro también. No es lo que leo en las páginas de sucesos. Y seguramente al tipo que le metieron una bala en Santa Cruz en una pelea de bandas (bandas, peleas, tiros… todo muy normal) no le consolará saber que estadísticamente es un hecho excepcional. Pero es que la estadística es un arma de destrucción masiva en manos de una administración que pretende que comulguemos cada día con una nueva rueda de molino. El agua nos llega al cuello pero los datos oficiales dicen que respiramos con normalidad. Vale. Qué tranquilo te quedas.

Twitter@JLBethencourt