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A la espera de los refuerzos

Un efectivo lucha contra las llamas. | MOISÉS PÉREZ

TINERFE FUMERO | Santa Cruz de Tenerife

Ya sea arreando zamuros a media tarde en La Palma, ya apagando rescoldos entre humeantes tinieblas del atardecer tinerfeño, cientos de canarios se implicaron ayer en la tremenda faena que supone expulsar de nuestras cumbres al infierno desatado por los incendios.

El segundo día de lucha contra el fuego en Tenerife ha sido una guerra de trincheras para defender Vilaflor, Guía de Isora o Las Cañadas, mientras la tragedia llegaba a la Isla Bonita al surgir las llamas en El Paso, justo donde el viento sopla tanto y donde tanto hay susceptible de ser pasto de las llamas. Todo ello bajo un calor brutal, asfixiante, del que uno debería refugiarse.

Pero no. La experiencia, forjada en esta cíclica catástrofe natural para ambas islas, obliga a combatir con denuedo allí donde el fuego aspira a encontrar un caladero mayor para sus ansias de destrucción. Y las horas empiezan a pesar en los hombros de quienes luchan ese frente.

Hoy se esperan refuerzos, significativos refuerzos. Además de otro centenar largo de componentes de la Unidad Militar de Emergencias, una vez más los canarios miramos al cielo a ver aparecer los hidroaviones procedentes de Sevilla. Dada la mayor concentración de medios aéreos en Tenerife, en principio dos de los tres llegados anoche a Canarias seguirán rumbo a La Palma. El tercero tiene previsto utilizar como base la bahía de Los Cristianos, lo que sin duda será un espectáculo distinto para quienes disfrutan, más o menos ajenos al drama, de la playa.

Pero si los medios aéreos son imprescindibles para controlar un incendio forestal, sólo el personal de tierra puede apagarlo definitivamente. Y ese día, que ojalá fuera hoy, habrá uno que acarrea un zamuro, otro que apaga rescoldos… Hoy son imprescindibles.