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Abades sin leprosos y sin fantasmas

Iglesia que preside el inacabado complejo de los leprosos, en Abades (Arico). | DA


JUANCA ROMERO HASMEN
| Santa Cruz de Tenerife

En la isla de Tenerife, concretamente en el municipio de Arico, se encuentra la zona costera denominada Abades, que a todos sonará por ser uno de los puntos de encuentros playeros y para la práctica de la pesca deportiva más populares de la isla. El icono arquitectónico del lugar es sin duda alguna una prominente edificación que sobresale del resto y que puede ser vista incluso desde otros puntos alejados de la zona. Esta construcción está coronada por una enorme cruz de piedra que deja a las claras el carácter religioso -es conocida como la ermita o iglesia-, y no está exenta de un fuerte halo de misterio y ocultismo.

Pero el extraño templo no está solo en ese valle; junto a él, un total de treinta y cuatro edificaciones realizadas con piedra tosca del sur -caracterizada por su color amarillento- conforman el que se conoce como el “valle de los leprosos”, ya que fue construido para acoger una leprosería en la década de los cuarenta del pasado siglo. Pero hagamos un breve recorrido histórico por el lugar antes de adentrarnos en otros aspectos menos transparentes. La lepra fue una importante enfermedad en toda Canarias y especialmente en Tenerife -con dos centenares de enfermos en esa época-. En 1941, el arquitecto Enrique Marrero Regalado proyecta la construcción de una población para los leprosos -sobre la colina de Abades- donde vivirían y serían tratados de la mortal y contagiosa enfermedad. Esta comunidad está presidida por una enorme iglesia de arquitectura franquista, al más puro estilo imperial coronada por una impresionante cruz de piedra. Lo que muchas personas no saben es que el proyecto fue abandonado antes de acabar su construcción debido a la llegada de nuevos medicamentos que permitieron curar de forma eficaz la enfermedad y radicarla.

Posteriormente fue convertido en zona militar para el entrenamiento de tropas -la vida quiso que yo estuviera allí, fusil en mano- y tras algunas décadas, fue desmilitarizada y vendida por 17 millones de euros a un promotor italiano – más 6 millones que invirtió el propio ayuntamiento de Arico- que proyectaba construir camas hoteleras y zonas para la práctica de golf. Este proyecto fue abortado a causa de la salida de la moratoria turística en las islas.

Y ahí están esas construcciones, cayendo poco a poco en la destructora maza de los años y sometida a todo tipo de prácticas más o menos lícitas. ¿Existe algún nexo de unión entre este sombrío lugar y lo misterioso o paranormal? Permítame que ponga sobre el papel algunas cuestiones en este sentido. El “valle de los leprosos” como otros muchos lugares abandonados, se ha convertido en el escenario perfecto para desarrollar insólitas historias y alguna que otra mentira convertida en paranoia.

No son pocos los grupos de investigación de lo insólito y curiosos buscadores de emociones fuertes, que acuden hasta el ventoso lugar para realizar grabaciones sonoras o en video, incluso para practicar Ouija y celebrar algún tipo de pseudo ritual, generalmente en el interior de la denostada iglesia de piedra, al socaire de ruidos e interferencias externas. Y es que según los planteamientos cercanos a la parapsicología, en ese lugar existe algún tipo de impregnación, lo que algunos denominan como ecos del pasado y que pueden ser recogidos por ejemplo, en una grabación psicofónica. Llama poderosamente la atención que haya personas que afirmen haber recogido en ese punto grabaciones en las que parece adivinarse algo así como “estoy enfermo” o incluso una que interpretan como “es lepra”. Curioso cuando menos -por no denominarlo como puro engaño-, teniendo en cuenta que en ese lugar jamás puso el pie ni un solo enfermo de lepra, cuando ni siquiera llegaron a terminar de construir las instalaciones. Parece ser que nadie ha informado a los supuestos difuntos o almas errantes de que allí el dolor y sufrimiento por esa enfermedad nunca se hizo presente. Y entre tanto circo y saltimbanquis de lo insólito toca trabajar. Porque no podemos negar que el lugar tiene interés por su propia historia y recorrido. Pero por seguir en el ámbito de lo extraño, habría que prestar especial atención a determinados grupos neo sectarios y ritualístico que pululan por esos terraplenes y celebran allí algunos de sus ceremoniales más o menos elaborados. En algunas de las construcciones, y especialmente en el gran templo, se pueden observar señales que avalan la presencia de estos grupúsculos, tanto en algunas de las pintadas que aparecen en paredes y suelos, como en los restos que dejan pistas de su presencia entre las piedras y alrededor de pequeños animales despedazados y dispuestos para el ritual. Analizando estas señales podemos concluir que se trata de ritos cercanos a la santería importada desde países del margen caribeño y algunos ritos que apuntan hacia prácticas iniciáticas vinculadas a las creencias trascendentales.

De cualquier modo no debemos olvidar que no es precisamente un lugar recomendable para su visita si tenemos en cuenta que durante muchos años fue zona militar para prácticas de tiro -aún recuerdo como hace muchos años ya, un sargento metió un tiro a un perro callejero que pasaba por allí- y aunque el ejército desmilitarizó el lugar, puedan quedar restos de metralla dispersa entre los matorrales y escombros. Además, y no lo olvidemos, se trata de una propiedad privada en la que si entramos estaremos cometiendo un delito de allanamiento.

El poblado abandonado de los leprosos en Abades, es uno de esos magnos monolitos amorfos de mal gusto que permanecen erguidos para recordarnos que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor.