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¡Estamos arruinados! > María Fresno

Somos un país arruinado. Las arcas del Estado no tienen un céntimo de euro. A partir del mes de octubre, no habrá cash y, como siempre que el dinero desaparece, los inversores también huyen. Dice un dicho popular que cuando el dinero sale por la puerta, el amor sale por la ventana. En esta ocasión, amor, amor, no es, pero si al final solo se soluciona el problema de la banca, sin tocar a las familias y a las empresas, a los mercados europeos no les quedará otra alternativa que atacar a la prima de riesgo, que ayer superó los 640 puntos.

Precisamente, para solucionar esta volatilidad bursátil, el Gobierno anunció ayer la prohibición de las operaciones en corto en los mercados financieros durante tres meses, con el objetivo de zanjar los movimientos más especulativos. España es el conjunto de la iniciativa privada, el Estado y la banca, pero si solo se soluciona el problema de la banca, que es lo que estamos haciendo, el resto se quedará huérfano. El resto son los empresarios, los autónomos, las familias; aquellos que generan actividad económica, consumo y crean empleo. La generosidad de los empleados públicos, que aportarán efectivo a las arcas estatales al renunciar a su paga extra de Navidad, no va a solucionar un problema que engorda por días.

Grecia está ahí al lado. Nos cansamos de repetir que nosotros no somos como el país heleno. Estamos empeñados en echar las culpas, antes y ahora, a los partidos políticos de la crisis, pero esta no es propiedad del PP o del PSOE. Un partido político no gestiona una crisis, lo hace un Gobierno. Tenga o no mayoría absoluta. Y hay una cosa clara: ¡O nos involucramos todos, o terminaremos mirándonos en el espejo de Grecia!

Tenemos que ser conscientes de que la fiesta se acabó. De que vivimos en un país arruinado, aunque no rescatado [por el momento] y que solo depende de nosotros, de nuestro esfuerzo y trabajo, el sacarlo adelante. Está muy bien protestar. Es legítimo. Todos tenemos derecho al pataleo. Por los recortes, por la mala gestión del Gobierno, porque nos bajan el sueldo, porque sube la luz, el transporte, la gasolina, la bombona, el cine, la peluquería, las flores, los libros… hasta morirnos cuesta más caro. Es una canallada. Pero, ahora, en este momento, las protestas no sirven para nada. Se van a hacer. Gusten o no. Nos vienen impuestas. Es el pago por la buena vida de años anteriores. Ahora toca asumir, y con resignación, como dijo el presidente de la Federación de Autónomos, Lorenzo Amor, la crisis más dura de los últimos años, para que las futuras generaciones, no tengan que trabajar para la señora Merkel, como nosotros. Las protestas no acabarán con la crisis. Eso seguro.

Twitter @MaríaFresno72
mfresno.blogspot.com