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Eugene Polley> Luis Ortega

Aunque la mayoría de los usuarios ignoren su nombre y todas las circunstancias que rodean la aparición del invento, el ingenio de Eugene Polley (1915-2012) entró en los hogares norteamericanos, primero con cierta timidez y, luego, de forma arrolladora. El anuncio de su muerte fue difundido por la Zenith Electronics, que recordó que el ingeniero trabajó durante medio siglo en la compañía, donde entró como mozo de almacén y, a la vez, continuó sus estudios técnicos que le hicieron ascender en su empresa. En la biografía se destacaron sus trabajos para el gobierno en el desarrollo de la tecnología de los rádar que, tras la tragedia de Pearl Harbor, impidió los ataques aéreos sobre Estados Unidos. En 1955 se presentó el prototipo del Flash-Matic, un artefacto con aspecto de pistola que, primero con un cable y, luego, inalámbrico, emitía un rayo de luz que, dirigido hacia las células fotoeléctricas de las esquinas de la televisión, cambiaba o apagaba los canales en el receptor. Las únicas dificultades estuvieron en apuntar en la dirección adecuada y en evitar que ninguna barrera física, pared o mueble, impidieran el recorrido de la señal luminosa. En los spots de publicidad que rodearon su lanzamiento se resaltaba la comodidad del ingenio, mediante divertidas disputas familiares. Presente en el complejo de museos del Smithsonian -un monumento triunfalista de los éxitos nacionales en los campos de la creación, la ciencia y el conocimiento- el artefacto de Polley tuvo una excelente acogida en las grandes ciudades y en las familias pudientes, e inició una carrera tecnológica dedicada especialmente a crear modelos más pequeños, ligeros y con mayores prestaciones en línea con los avances de los receptores. Robert Adler, un colega más joven de la misma empresa, presentó un dispositivo más evolucionado -el Zenith Space Command- que les valió a ambos el Premio Emmy de 1997 “por su carácter de pioneros en los controles remotos, aplicados no sólo a las telecomunicaciones sino también a la industria del juguete”. El viejo Polley, que se mantuvo lúcido y activo hasta el final de sus días y jamás abandonó el taller doméstico, donde dio forma a sus ideas, dijo con toda solemnidad en la entrega de la distinción y ante una audiencia selecta de artistas y técnicos: “El inodoro es quizá el invento más importante de la civilización, pero el control remoto es el siguiente. Casi tanto como el sexo. Quizá muy pocos, acaso nuestras familias y amigos nos recuerden en el futuro, pero nadie prescindirá del pequeño confort que les brindamos cada día”.