SANTA CRUZ>

La guardiana de Los Lavaderos

La presidenta de la Asociación de Vecinos Los Lavaderos, Marina Cabrera. | FRAN PALLERO

INMA MARTOS | Santa Cruz de Tenerife

“No soporto el engaño”, dice Marina Cabrera al comenzar la conversación. “Por las buenas, me desnudas, pero por las malas…” A lo largo de la charla, deja claro su fuerte carácter y entereza, propios de una mujer luchadora. Con 78 años, lleva más de la mitad al frente de la asociación de vecinos del popular barrio santacrucero de Los Lavaderos. Y aunque ha lidiado con varias generaciones de concejales y alcaldes del Ayuntamiento, es incapaz de contar una anécdota que ponga en entredicho alguno de sus nombres. “No tengo nada malo que decir de nadie”, afirma. “He conseguido todo lo que me he propuesto gracias a mi trabajo y a mi tesón”.

Por eso, el barrio ha querido rendir homenaje a esta trabajadora que ha sabido custodiar como nadie un tesoro incuestionable de la capital tinerfeña: la sala de exposiciones Los Lavaderos. El acto será hoy, a las 19.00 horas, en el mismo espacio en donde Marina ha desarrollado gran parte de su labor profesional, un espacio que aún hoy sigue supervisando, aunque ya jubilada.

El reto de su vida al frente de la asociación ha girado en torno a la conservación del barrio y de su historia. Para ello, Marina cree fundamental que las familias de toda la vida sigan viviendo en él. Por eso, cuando se propuso desde el Ayuntamiento desmantelar el núcleo poblacional, ella encabezó la protesta y se negó a permutar el terreno donde está su casa por otro mayor. Según cuenta, puso en un brete al alcalde de entonces, José Emilio García Gómez, durante un pleno municipal. Tanto calaron sus palabras que casi se le saltan las lágrimas al público al oír a Marina defender su barrio. Cuando la idea de cambiar casas con solera por flamantes edificios había calado en el Consistorio, Marina convenció a todos sus vecinos para que con dinero de su propio bolsillo embellecieran las fachadas con tal de que no desentonaran con las construcciones de alrededor. Los Lavaderos no tenían por qué desmerecer del Mencey, La Rambla o los coquetos chalés del denominado barrio de los hoteles.
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Alegrías y penas

Marina no duda al referirse a la riada del 31 de marzo de 2002 como uno de los peores momentos de su vida. Se agacha, remanga sus pantalones y enseña las secuelas de sus piernas: marcas producidas por las piedras en el camino que tuvo que recorrer a pie, desde Tío Pino hasta Los Lavaderos. “Tuve que sortear montañas de tierra para llegar a mi casa”, mientras la gente que encontraba a su paso le gritaba que no siguiera. “Fue la zona más castigada de Santa Cruz”, lamenta. En cuanto a los buenos momentos, “hay miles: los festejos en la sala, las bodas, las fiestas del barrio, la construcción de la preciosa plaza, la transición del edificio de Los Lavaderos a sala de exposiciones, las muestras de artistas de renombre que vinieron luego, etc”. Cuenta con orgullo la vez en que “un crítico famoso dijo durante la inauguración de una exposición que la obra era magnífica, pero que la sala era lo que la embellecía”. Todo barrio se merece una guardiana como Marina Cabrera, que siente como suyas las alegrías y las penas de todos sus convecinos.[/apunte]