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La leyenda del cabaret Tropicana > Othoniel Rodríguez

Tras más de medio siglo de existencia, el cabaret Tropicana de Cuba continúa manteniendo la misma carga de sensualidad como auténtica expresión de la cultura popular cubana. Desde su reapertura, con Martin Fox al frente de esa institución, sus espectáculos han sido evaluados a nivel internacional como de primerísima clase. Finalizada la década de los cuarenta del siglo pasado, el señor Fox, utilizando su aguda imaginación y buen gusto, remodeló y ambientó esa área de bosque tropical en Marianao, para convertirlo en un fastuoso escenario natural, identificando el lugar como “un paraíso de glamour bajo las estrellas”.

Todo cuanto se propuso en adelante estuvo relacionado con el perfeccionamiento de la imagen tropical implícita del lugar para que brillara a gran escala. Otro acierto fue la elección del símbolo de Tropicana. Se trata de la famosa escultura Ballerina, obra de la cubana Rita Longa, que desde el 31 de diciembre de 1949 fue instalada a pocos metros de la entrada principal y que como un hada de la fortuna parece destinada a iluminar el escenario para que ordene el opening del espectáculo.

Para completar su idea, Martin Fox contrató al genial coreógrafo y director artístico Roderico Neyra Rodney, más conocido como el Mago, quien con su sensibilidad y autoridad artística dotó al cabaret Tropicana de un concepto monumental del espectáculo.

En poco tiempo el lugar fue ganando fama y se transformó en un cabaret de categoría internacional. Las luminarias de la época alternaban con los grandes artistas del patio. Josephine Baker, Nat King Cole, Carmen Miranda, Pedro Vargas, Xavier Cugat y su orquesta, Libertad Lamarque, entre otros, y los cubanos Rita Montaner, Bola de Nieve, Merceditas Valdés, Paulina Álvarez, Celia Cruz, Rosita Fornés, Chano Pozo, Celina González, Elena Burke, Moraima Secada y muchos más.

Entre sus visitantes al lugar en los años cincuenta se pueden citar personaje tan famosos como Marlon Brando, Ava Gardner, Victor Mature, Rocky Marciano, etcétera, que consolidaron la fama del Tropicana como el pequeño Montecarlo.

A lo largo de todos estos años el objetivo principal ha sido la amplia divulgación de la música cubana, y los directores artísticos que han tomado el relevo han preservado las características propias del buen espectáculo, continuando en la búsqueda, exaltación y revalorización de la genuina cubanía. En fin, el cabaret Tropicana continúa con su alta categoría de auténtico paraíso de glamour bajo las estrellas.

Othoniel Rodríguez
Pianista