el dardo>

La necesidad> Leopoldo Fernández

Dice el gran filósofo alemán Nietzsche que frente a la necesidad todo idealismo es un engaño. ¿Qué ideal pueden, en efecto, tener quienes se ven obligados a pedir limosna, a empeñar y vender sus pertenencias y recuerdos de familia o a vivir de la caridad pública? Por culpa de la crisis, una parte de la sociedad está llegando al límite del aguante y tira de ahorros y hasta de dignidad para poder comer y resistir las adversidades del momento. Los viejos montes de piedad, las casas de empeño y aquellas otras que se dedican a la compra-venta de mercancías o productos de cierto valor se muestran mucho más activas que de costumbre. La culpa radica, naturalmente, en esa especie de impulso irresistible que obliga a desprenderse de aquello que, aunque valioso -por razones económicas, familiares o sentimentales-, en circunstancias de extrema dificultad puede ser considerado superfluo o innecesario. Es como una pérdida de derechos en favor de aquello a lo que resulta imposible sustraerse. Y es que la necesidad lo rompe todo y todo lo hace lícito: hasta convierte los objetos a los que otorgamos valor afectivo en verdugos del recuerdo.

La proliferación por calles y plazas de nuestra comunidad, como en el resto de España, de esas casas de compra de oro, plata, joyas y piedras preciosas es fiel reflejo de una crisis económica mortificante que traduce mejor que nada la gravedad de la situación y la certeza de uno de los aforismo latinos más populares: la necesidad no tiene días de fiesta. Según datos que me ha facilitado la Cámara de Comercio santacrucera, las exportaciones canarias de dichos metales, joyas y piedras preciosas pasaron de tener un valor de 0,53 millones de euros en 2008 a 3,95 millones en 2009, 69,37 millones en 2010 y 148, 99 millones en 2011. Las cifras parecen aterradoras y, observando la evolución histórica de este comercio en las Islas, no cabe duda de que lo que hoy sucede refleja fielmente el estado de necesidad y aun la desesperación de muchas familias que acaban por vender -y eso aquellas que los tienen- los objetos que habían conservado por amor. Los principales mercados de destino son Alemania, Italia, China y Reino Unido. Se da así carpetazo a un montón de historias y vivencias personales. Comentando esta degradación sentimental, un buen amigo me recuerda que las cosas van de mal en peor y que, mientras el Estado obliga a los soldados a pagarse la mitad del rancho para ahorrar, a los internos de las cárceles catalanas se les ha retirado la merienda. Y yo le respondo que sí, que todo va a peor y que es preciso ser austeros y ahorrar. Pero, por Dios, sin tener que llegar nunca a vender o hipotecar la dignidad.