análisis >

Liderazgos, ideas y proyectos para el PSC-PSOE > Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

Salvo sorpresón de última hora, el PSC-PSOE cerrará hoy sin pena ni gloria su XII Congreso Regional Ordinario. El secretario general, José Miguel Pérez, que será reelegido sin dificultad pero con el respaldo justo -quiero decir que apenas se visualizará la contestación que suscita y que late en la vida interna del socialismo canario-, se ha encargado, junto con el equipo que lo respalda, de atar hasta donde le ha sido humanamente posible su propia sucesión y de evitar enfrentamientos públicos que discutan más aún su bajo perfil político. Tampoco es cuestión de desagradar al mismísimo Rubalcaba, que bastantes líos tiene ya, según revelan las encuestas y las filtraciones que surgen en los entornos de Ferraz y de las Cortes, con algunos seguidores incondicionales de la ex ministra Chacón que le han salido respondones.

Con el paréntesis vivificador, aunque hipercrítico y descentrado, de López Aguilar, los socialistas canarios arrastran desde 1993 una especie de debilitamiento, conformismo y desánimo, pese a que ahora cogobiernan en Canarias con los nacionalistas de salón y bolsillo que dijera Julián Sáenz. Es, pese a todo, como si hubieran perdido el norte político tras lograr un protagonismo innegable y fructífero durante la transición y los primeros años de la democracia. Para remate de fiesta, y probablemente sin medir como es debido el alcance y las graves consecuencias de la decisión, sus dirigentes, orientados y animados desde Madrid, decidieron pactar con su adversario secular en las Islas, que es Coalición Canaria. Y lo hicieron además en circunstancias de extrema debilidad interna, con la oposición mayoritaria de sus bases y en momentos en que la economía española, y la canaria en particular, entraban en barrena.

Años de oposición frontal al nacionalismo autóctono, sus formas de gobierno, sus corrupciones y sus mangoneos de ocasión se fueron al garete, lo mismo que los argumentos que apoyaban una hoja de ruta muy clara y pensada, para dar paso a un Gobierno de conveniencia, eso de no tocar poder desde 1983 parecía ya demasiado, aunque el culpable fuera el mismo que invitaba a compartir la mesa del Consejo -que nació sin fuerza, quemado, falto de liderazgo y de proyecto. Y ello a pesar de las posibilidades que ofrecía, para los intereses del PSC, forzar un pacto con el PP, siempre difícil por la soberbia del hoy ministro Soria y la oposición de los órganos centrales del socialismo madrileño, o, en otro caso, limitarse a apoyar puntualmente desde fuera a un Gobierno nacionalista en asuntos vitales para las Islas… La evidencia de que ese parecía el mejor camino, porque PSOE y PP comparten en Canarias más puntos de vista comunes que PSOE y CC, se ha puesto de relieve en los pactos suscritos entre socialistas y populares en La Palma y El Hierro principalmente, así como en los problemas que se vienen sucediendo en algunas corporaciones que gobiernan socialistas y nacionalistas.

El caso es que, aunque formalmente el pacto regional permanece sin graves avatares, una parte de la militancia no lo percibe así, ni tampoco desea que esta situación se prolongue en el tiempo, sobre todo por la extrema debilidad de José Miguel Pérez, falto de mano izquierda y negado para tratar de ayudar a resolver de una vez los graves problemas existentes en el socialismo tinerfeño -dividido, con huidas escandalosas y gestoras que duran en exceso tras la disolución de la ejecutiva insular y la agrupación santacrucera-, así como para acallar la contestación que viene cosechando en su propia isla natal, Gran Canaria, e incluso incapaz de asumir protagonismos políticos más allá de la rutinaria gestión del día a día gubernamental. Nadie pone en duda la honradez y buena voluntad de Pérez, pero sí los frutos de su mala gestión. Y su hasta ahora constatada mediocridad, tibieza política y falta de coraje y autoridad, lo que le incapacita para impulsar la necesaria renovación, apertura y modernización del partido y su consiguiente mayor penetración entre las capas intermedias de la estructura social, donde el socialismo ha perdido implantación y credibilidad a lo largo de los últimos años.

Así las cosas, y salvo que los sectores críticos sean capaces de imponer algunas de sus aspiraciones, poco o nada cabe esperar de este congreso ordinario de un PSOE acomodaticio, cargado de desconfianzas y sin ideas ni estrategia de futuro. La autocrítica y la renovación a fondo de los órganos dirigentes del PSC deberían constituir un estímulo cara al futuro. Así lo esperan los cerca de 10.000 militantes del partido y así lo necesita la propia sociedad isleña en estos momentos de especial dificultad, en los que la necesaria referencia de la izquierda mayoritaria se ha desdibujado de manera incomprensible. Las corrientes y familias integradas en el seno del PSC a través de sus 88 agrupaciones locales tienen la palabra, aunque ésta dependerá también de la capacidad de diálogo e integración que manifieste el candidato a renovar la secretaría general, que ya en su día obtuvo un respaldo justito al ignorar por completo a los críticos en un clamoroso fallo de estrategia que acabó con una parte de ellos fuera del Partido Socialista.

En estas circunstancias la candidatura única, algo inusual, para bien, en el socialismo español, se presenta como la menos mala de las soluciones a fin de evitar mayores desgarros entre los socialdemócratas canarios, tras el congreso extraordinario de marzo de 2010 que puso fin a la etapa de López Aguilar, la de mayor éxito electoral en la historia isleña junto con la primera de Saavedra, para dar entrada a la de José Miguel Pérez, el líder que paradójicamente cosechó para su partido los peores resultados de la democracia, al perder 132.000 votos y pasar de 26 a 15 diputados regionales. La ponencia debatida en el congreso de Adeje, titulada La alternativa de la izquierda, una Canarias social y sostenible, pretende recuperar los tradicionales valores del socialismo con cuatro claros objetivos políticos pensados para el horizonte de 2015: modernizar el partido, fortalecerlo interna y externamente, abrirlo a la sociedad y hacerlo más participativo. Los propósitos parecen elementales; lo malo son las mimbres para hacer ese cesto capaz de recoger nuevas cosechas de afinidades traducidas en votos y respaldos populares.

Estas cuatro metas, si así lo aprueban finalmente los 246 delegados del congreso, tendrá que impulsarlas una nueva dirección regional que José Miguel Pérez pretende se dedique plenamente al partido (por ahí vendrán algunos problemas con los diputados regionales, de los cuales 11 figuran en la ejecutiva cesante) para, “desde una mayor fortaleza orgánica, tratar de prestigiar la política, defender los servicios públicos y contribuir a la renovación ideológica de la socialdemocracia”, según el propio José Miguel. Este dirigente socialista considera que “el PSC debe responder con lealtad a los compromisos contraídos con los ciudadanos en favor de la cohesión social en estos tiempos de graves dificultades económicas”. Pérez no se opone al debate interno, ni a la crítica libre y motivada, pero sí reclama una “muy fuerte integración interna” y el respeto a los acuerdos suscritos con Coalición Canaria para el pacto de gobernabilidad en las Islas.

La gran incógnita del congreso sigue siendo la postura del diputado autonómico Manuel Marcos Pérez, quien ha renunciado a presentar su candidatura a la secretaría general, aunque con ello ha defraudado las expectativas de buena parte de los militantes, que veían en el líder palmero una alternativa refrescante y poderosa para los tiempos que se avecinan. Algo muy especial se ha debido cocinar entre bambalinas para que el escenario Pérez versus Pérez se haya aplazado definitivamente. El líder palmero fue el contrincante de José Miguel Pérez al cargo de secretario general, que perdió al obtener tan solo el 45,78% de los votos (112 delegados) frente al 54,2 (133 delegados) de su rival, debido a las fortísimas presiones de Ferraz y del equipo directivo del PSOE nacional. Nadie duda que ahora el liderazgo de Manuel Marcos está muy reforzado, de ahí la sospecha de que las presiones (¿sugerencias?) han regresado porque se haría insoportable para José Miguel Pérez y para el propio PSOE que su líder canario pudiera caer derrotado en el congreso, ya que en tal caso se abriría una crisis de largo alcance en el partido y en el Gobierno y el actual vicepresidente y consejero de Educación estaría moralmente obligado a presentar su dimisión.

Se ha preferido, pues, la estabilidad a un temido salto en el vacío, a supuestos de imprevisión y ruptura con un presente gris y tedioso, cuando todo apuntaba a un liderazgo más robusto, consistente y coherente en la persona de Manuel Marcos Pérez, político de probada honradez, iniciativa, competencia y lealtad. Todo sea a mayor gloria del equipo rubalcabiano y del mantenimiento en el poder de José Miguel Pérez y su tropa de fieles. No importa que, a falta de ideas y proyectos, la división interna alcance cotas impensables, que las incompatibilidades dispuestas por el partido estén hechas añicos, que el núcleo duro pegado al líder disponga a su antojo, que el fulanismo ejerza allá donde pueda, que el poder municipal sea regularmente ninguneado y que lo local apenas cuente. A veces lo bueno para unos puede ser malo para todos los demás, pero ojalá aquí y ahora el PSOE acierte con su rumbo de futuro. Canarias necesita partidos fuertes, cohesionados, coherentes, serios, rigurosos, ejemplares, honrados, con ideas y proyectos capaces de ilusionar a la ciudadanía. El futuro del PSOE vuelve a reandarse desde hoy y, pese a las malas perspectivas y apariencias, lo deseable, incluso lo necesario, es que sea el mejor posible.