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Mitos sexuales> María Montero

Los acontecimientos que son auténticos perduran. Por mucho tiempo que transcurra. Cuando recordamos algunos momentos que vivimos, muchas veces pensamos que nos gustaría volver a vivirlos. Y se crea en nosotros un sentimiento de añoranza y una esperanza en que regrese un amor perdido, alguien que está lejos, o un trabajo que nos realizó, o un hogar lleno de cariño.

Algo parecido sucede con la sexualidad. Estamos marcados por relaciones sexuales que nos han llevado, por decirlo de alguna manera, a las estrellas, a tocar el cielo, a sentirse uno con quien miramos a otra realidad en un momento de clímax. Cuando usted vive una sensualidad intensa, ¿cuántos metros camina sobre el suelo? Hay postulados como el tantra que sostienen la fusión entre amantes, el contacto físico como una vía para despertar al mundo de la conciencia, dado los estímulos sexuales, psíquicos y emocionales, que recibimos haciendo el amor, canalizar esa energía para crear conscientemente una vida mejorada y una conciencia y sensibilidad aún mayor. Hay manuales antiquísimos como el Kamasutra, no sólo referido a ciertas posturas sexuales, sino como enseñanza y cultura erótica.

En India se encuentran templos hinduistas relacionados con el matrimonio de Shiva y Párvati, amantes que sirven como protección. Los griegos relatan el mito de Eros y Psique. Eros, dios del amor, nacido de Gea y del Caos, o nacido del Huevo Original, cuyas dos mitades al romperse formaron el cielo y la tierra. Eros se enamora de una mortal, Psique, y al traicionar a Eros, lo busca por la Tierra, hasta que él la salva del inframundo por amor, y tienen una hija llamada voluptuosidad. Platón cree que Eros nace de la abundancia y de la pobreza, y los egipcios consideran que la lechuga es planta asociada a la sexualidad y la fertilidad. La diosa Isis logra recuperar el miembro viril de su esposo Osiris después de muerto, y logra engendrar un hijo, Horus, asociando el sexo al renacimiento. Hay códigos amorosos entre faraones y diosas y también nace un mito sumerio 2.000 años antes de Cristo, y nos relata la existencia de Lilith, como un símbolo femenino sobre el poder patriarcal, pero la tradición hebrea crea figuras masculinas religiosas, y el universo queda dividido en femenino y masculino, además de la historia de Adán con una Eva seductora, o Lilith reivindicando la igualdad de género ante Dios, o mostrando la vertiente del miedo masculino o la oscuridad de lo femenino.

En culturas pre-colombinas como la inca, la vida nace del lago Titicaca, y Cuzco, del quechua, representa el ombligo del mundo, o el centro vital del planeta. Si viajamos en el tiempo, hoy en día, el culto sexual es diverso, intenso, ocasional y hasta virtual. Actualmente se tienen orgasmos por Internet, y se sale a cazar, ya no hay tiempo ni de ligar. Vivimos de mitos terrestres, como relaciones binarias de piloto-azafata, médico-enfermera, político-periodista, futbolista-modelo. Hagan un recuento simpático. Cuantos niños nacerán en España, nueve meses después de los partidos ganados por la Selección Española de fútbol, y quizá no haya tanto erotismo, pero si euforia sin límites. Si hay amor y sexo unidos, dentro de un mito actual, la pareja en cuestión, se convierte en un catalizador para mucha gente que querría vivir los mismo, y antes o después, pasarán pruebas arquetípicas, y la desunión y la tristeza que describen los mitos ancestrales se apoderan de nuestro siglo XXI, y entonces nos damos cuenta de que la humanidad sigue aprobando los mismo exámenes que en el origen de los tiempos. Porque el sexo y el amor son perdurables, y sus secretos no tienen edad. Y buscamos a nuestra alma gemela, despojarnos de la separación a través del sexo y desvelar el mito.