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El clima de protesta y rechazo a las medidas del Gobierno no deja de crecer en toda España. Centenares de miles de personas se lanzaron en los últimos días a las calles de las ciudades de toda España para protestar contra los recortes planteados por el Gobierno. Es curioso que lo hicieran precisamente coreando el eslogan puesto de moda por la diputada Fabra, responsable de ofrecer munición pegadiza a los enfadados. Pero el exabrupto de su señoría no fue el único lema de los manifestantes. Miles de policías se manifestaron por toda España, enfundados en camisetas negras, frente a sus colegas uniformados reglamentariamente para contener los disturbios, y lo hicieron al grito de “arriba las manos, esto es un atraco”. Escuchar a las fuerzas de seguridad del Estado corear el anuncio de los amigos de lo ajeno aportaba un punto surrealista a unas movilizaciones muy pegadas a la realidad de un bienestar que esta saltando hecho añicos. Los mismos policías que el jueves coreaban lemas contra los recortes, el sábado procedían a disolver con contundencia una protesta de jóvenes frente al cine Víctor, donde el PP celebraba su Congreso insular y el ministro Soria explicaba que Europa no puede seguir existiendo con gobiernos que se financian al siete por ciento y gobiernos que se financian al cero por ciento.

Eso es cierto. Como lo es -también se dijo en el Congreso- que el Gobierno del PP está aplicando medidas que van contra su ideario. Lo mismo hizo Zapatero, y fue durísimamente criticado por quienes ahora consideran que hacer lo que hay que hacer -aunque no se esté de acuerdo con ello- es un ejercicio de responsabilidad. Ante la oleada creciente de movilizaciones y protestas que sacuden el país, el PP tiene que optar entre seguir en lo que está ahora, que es hacer como si con él no fuera la cosa, negando la intensidad de la marea, o cambiar el discurso y acercarse al de los ciudadanos. Puede que seguir mirando hacia otro lado, mientras que se gobierna con el BOE y la policía, funcione aún unos meses, pero a este paso podemos encontrarnos con el país paralizado por los conflictos y las algaradas -que irán subiendo inevitablemente de tono a partir de octubre-. Porque los ciudadanos -la mayoría, al menos- asumen la necesidad de esfuerzos extraordinarios y de recortes. Lo que indigna a la población es que todos se materialicen sobre la banda de los más débiles, mientras que el Gobierno aprueba amnistías fiscales para los más ricos. Rajoy debe entender que no basta con hacer la tarea que le piden en Europa. Hay que convencer al país -con hechos- de que aplicará criterios muy estrictos de justicia y equidad social.