Los economistas franceses Philippe Askenazy y André Orléan (Centro Nacional de la Investigación Científica), Thomas Coutrot (Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Ayuda a los Ciudadanos) y Henri Sterdyniak (Observatorio Francés de la Economía), en su famoso (y discutible) ‘Manifiesto de economistas aterrados’, defienden que la tasa de crecimiento de la economía no es independiente de los gastos públicos, ya que a corto plazo la existencia de gastos públicos estables limita la amplitud de las recisiones, y a largo plazo las inversiones y gastos públicos estimulan el crecimiento.
Santa Cruz de Tenerife ha retomado durante el último año el gasto público en actividades de ocio en los entornos comerciales como fórmula dinamizadora del sector servicios; política económica ya aplicada en la capital (y con mucho éxito, por cierto) entre 2007 y 2009. En los distritos del municipio se incrementa la oferta de eventos para todos los gustos (y bolsillos) que, obviamente, no están exentos de crítica por quienes consideran que la inversión en ocio es un derroche (aunque luego afirman que la ciudad “es un muerto”). En un municipio donde 7 de de cada 10 empleos se generan en los comercios, restaurantes, supermercados, cafeterías, en los establecimientos adheridos y en los proveedores de todos ellos, es un acierto situar a miles de clientes en potencia en la puerta de quienes han sido capaces de mantener sus negocios abiertos. Estas actividades no sólo son iniciativa del Ayuntamiento, pues muchas de ellas cuentan con financiación privada, y la ciudad, al ser capital autonómica, se beneficia de las programaciones que se desarrollan en su territorio con recursos del Cabildo de Tenerife, del Gobierno de Canarias y del Gobierno de España.
Hasta que en Santa Cruz se finalice el Parque Científico y Tecnológico de Cuevas Blancas y se exploten en su totalidad las actividades turísticas en el espacio portuario ganado felizmente a los contenedores, el sector servicios continuará siendo el colchón para evitar un mayor incremento del desempleo. No hay fábricas de automóviles o manufacturas, y la principal industria de la ciudad (la refinería) tiene sus detractores; por lo que el gasto público en ocio mejora la calidad de vida de los ciudadanos (en especial, cuando estas actividades son gratuitas), impulsa el optimismo de las familias al tener en qué ocupar su tiempo libre, y ayuda a incrementar la recaudación de autónomos y pequeñas y medianas empresas.
(*)Exportavoz del PP en el Cabildo de Tenerife y en el Ayuntamiento de Santa Cruz