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Explica el ministro Montoro que el motivo de que se les haya rebajado el sueldo a los funcionarios es que no hay dinero, lo cual no puede por menos de recordarme la declaración de mi buen amigo Eugenio Burriel, que fue Gobernador Civil de Valencia -hará cosa de más de treinta años- y que explicó que las inundaciones del Turia (todos sabemos que el río Turia se desborda todos los años) se debían a que había llovido mucho; una evidencia verbal que parafraseó -casi literalmente- mi otro amigo Alonso Arroyo, consejero – de algo de eso- del Cabildo de esta isla, cuando se produjo la riada del 31 de marzo de 2002; porque se trata, indiscutiblemente, de tres pragmáticos planteamientos irreprochables que -claro está- no sirven para resolver nada, pero pretenden quedar bien ante los estúpidos que los leen, que son -por asombroso que pueda parecer– muchísimos más de los que la gente puede imaginarse.

No cabe ninguna duda de que las tautologías -como las tres citadas- resultan incuestionables, porque si no hay dinero para pagar a los funcionarios, no se les puede pagar, por anticonstitucional que tal actitud resulte: tal vez alguien tendría que empezar a plantearse -con papeles en la mano- la delincuencia en la que incurre el fatuo Rajoy, en su mísero servilismo alemán, del que nunca (claro está) podrá salir, sino que seguirá sumiendo a España en una miseria progresiva, de la que es consciente; porque la prepotencia de Aznar creía -en su estúpida fatuidad- que contribuía a un bienestar nacional, consistente en meter al país en una guerra criminal y deficitaria, lamiéndole el culo a Bush y a casar a la niña en el Escorial con cargo al erario público, mientras que éste se limita a hacer lo que le mandan, sabiendo -de antemano- que no va servir para nada, porque cada día que pase el país estará peor.

Tal vez no sea conveniente redactar -en estas angustiosas circunstancias- un memorial de agravios gubernamentales, entre otras cosas porque la experiencia nacional ha demostrado que su ineptitud corre el riesgo de acabar con el país antes de Navidades, y todavía quedarían tres años de incrementar la miseria: no sería mala idea proponer la radical insumisión civil, a ver qué pasa: por fortuna, mucho peor de cómo estamos no podríamos estar.