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Ahora… más que nunca

FÁTIMA HERNÁNDEZ * | Santa Cruz de Tenerife

En los últimos tiempos se ha establecido una pauta que consiste en celebrar determinados días al año, como fiestas relacionadas con algún evento o temática importante. Y así escuchamos el día internacional de las plantas, de la música o de la lectura. También el de los océanos. En todos, pero en este último caso en concreto, qué haremos. Quizás como cada año, leer un boletín informativo, acudir de forma masiva a una manifestación, elaborar un artículo para prensa, lucir orgullosos nuestra pegatina con lema incluido. Pero todo esto, ¿para qué servirá? porque sabemos que al día siguiente daremos la vuelta, nos olvidaremos de todo, ignoraremos que de nuevo, como cada instante y en cada momento, un pequeño, indefenso y frágil cangrejo de débil tegumento buscará desesperadamente una vieja y olvidada concha donde refugiarse. Que una hembra de delfín estará pariendo a su cría entre estertores de dolor, por encontrarse prisionera -desde hace varias horas- dentro de una red ilegal de pesca. Nos olvidaremos que unos sebadales se mecen armoniosos bailando quizás su último baile. Ignoraremos a miles de alevines de peces que ocultan sus temores infantiles camuflándose, de noche, entre las ramas enhiestas de praderas marinas, no lejos de la superficie bajo cristalinas aguas someras. Que bandadas de atunes huirán presurosamente desde lugares sucios y contaminados, buscando nuevas rutas, tal vez hasta nuevas aguas y… que la vida pululará, como siempre, en lo más profundo de las entrañas. Intentaremos, inútilmente, otear majestuosas ballenas y cachalotes que otrora jugaban al escondite con nosotros, entre olas, dejándose ver en muchas ocasiones y regalándonos un ámbar perfumado y al tiempo codiciado. Nos preguntaremos intrigados ¿dónde están las lapas? ¿quedan menos samas? a nuestras pardelas ¿cortaron las alas? ¿existen los corales? ¿qué fue de cabosos y miles de algas? ¿ya no encontraré, al menos, estrellas solitarias? ¿dónde se localizan los charcos que tanto nos gustaban? Ocultaremos, por vergüenza, a nuestros hijos, aquellos lugares, -enclaves- salvajes, hermosos y ahora recónditos, que visitábamos extasiados cuando éramos jóvenes, antes de que los destruyeran, en lucha feroz contra el tiempo, la ambición de algunos desalmados, desechos de emisarios o aceites y plásticos desde barcos lanzados… Pero sobre todo no nos fijaremos, no percibiremos que el océano que se nos presenta, cada día, inmenso, azul, majestuoso y plácido fue una vez, no hace mucho, más colorido y menos contaminado, pletórico de vida, más plagado de algas, cargado de peces… Erizos, había los justos; basuras, escasas; que fue en ocasiones la saciedad de hambrientos, la distracción de algunos, el deleite de muchos, el camino a otros mares, el futuro del hombre, un respiro a raudales y hasta el destino final de terribles temporales…

Por eso, hoy recorro de nuevo mi playa de siempre, camino descalza por la arena plácida, el rumor de las olas tranquilas arrulla mis piernas, suspira mi anhelo, acaricia la brisa el sentir de mi alma y apenas me fijo en la suerte que tengo… Mi cielo está limpio, el tiempo está calmo, las aguas son claras, mi sonrisa todavía ufana, aunque la esperanza en mis mares es poco a poco vana. Apenas me fijo… lo tenemos todo ¿queremos la nada?

*Conservadora marina del Museo de la Naturaleza y el Hombre del OAMC del Cabildo de Tenerife