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“El fuego no es un desastre ecológico”

VERÓNICA MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

Cada vez que se produce un incendio forestal se trasmite una idea a la población de desolación y desastre. Está claro que es más bonito admirar un monte verde que un tronco ennegrecido pero… ¿hasta qué punto podemos afirmar que se trata de un desastre natural? ¿Pueden desaparecer especies tras un acontecimiento como el que hemos vivido recientemente? El profesor del Departamento de Ecología de la Universidad de La Laguna (ULL) José Ramón Arévalo responde: “Un fuego no es un desastre ecológico”. El experto forma parte del equipo Especies invasoras: grupo de investigación interinsular formado por personal de ambas universidades canarias y que ha demostrado que hay zonas que mejoran biológicamente tras el fuego. Es el caso de Inagua, en Gran Canaria, donde se ha comprobado cómo aumenta la materia orgánica en el suelo quemado y se ha constatado una recuperación de la bóveda del pinar en solo tres años, al tiempo que han subido algunas especies nativas y otras que se encontraban en situación de amenaza antes del fuego. Lo explica: “Detrás del suceso, se produce un aumento de los nutrientes en la zona porque el fuego quema la pinocha -que es donde está la materia orgánica capturada- y se ponen a disposición de las plantas”, lo que supone un enriquecimiento de estas.

El asunto es que el fuego es un elemento más de la naturaleza junto con el agua o el viento. Siempre se han producido por causas naturales aunque, con la civilización, se apagan antes para evitar problemas a los ciudadanos. “En ecosistemas en los que las tasas de incendios sean menores a la natural, se puede caer en una escasez de nutrientes por la falta de fuego que los libere. Esto es muy frecuente en la zona de coníferas en Canarias”, explica Arévalo quien recuerda que hay montes que llevan 40 o 50 años sin haber sido tocados por este temido elemento. “Tener pocos incendios es tan malo como tener muchos”, insiste. Ante este hecho, ¿qué hay que hacer? Muchas escuelas de conservación insisten en que los incendios forestales solo hay que apagarlos cuando son un riesgo para la población o cuando sean provocados. Los naturales, para muchos entre los que se encuentra el profesor de la ULL, hay que dejarlos que evolucionen solos. Como ejemplo, Arévalo recuerda que en el Parque Nacional de Yellowstone no apagan los fuegos naturales y que, en 1988, se dejó quemar prácticamente entero por este motivo. En España, y también en Canarias, “cuando hay un conato de incendio, se extingue, tanto si es natural como si es provocado”, remarca el ecólogo y afirma que “es normal porque se pone en peligro a las personas”.

Un ecosistema tinerfeño tras un incendio forestal. / DA

Hoy en día, ningún ecosistema escapa de la alteración del hombre. Por eso, el fuego hay que controlarlo. También hay que prevenir que pueda afectar a los seres humanos. Antes, la gente se preocupaba bien de protegerse porque sabía que el fuego en el monte no se podría controlar; así limpiaban bien los alrededores de sus casas y los caminos y los cortafuegos estaban libres de pinocha y otros elementos combustibles. Ahora, eso ha cambiado y cuando se produce un incendio, la catástrofe real es que llegue a los núcleos habitados. “La labor más efectiva es la prevención en invierno”, remarca Arévalo.

“Como tenemos perturbadas las tasas de incendios, cuando llega el fuego lo hace a zonas que hace mucho tiempo que no se queman y así se hace imposible la extinción porque nada más acercarse el agua, se evapora”, explica el investigador. Desmiente que haya especies que puedan desaparecer por un fuego. “Si eso ocurre, es que la planta tiene otro problema o que no es de un ecosistema pirófito”. Aunque suene políticamente incorrecto, recuerda que “un pinar quemado es tan natural y ecológico como uno verde; aunque siempre nos gustará más el segundo”.

Todo esto no significa, de ninguna manera, que el experto no apoye las labores de extinción sino que lo que promueve es, en todo caso, una prevención de los daños en núcleos urbanos y, en todo caso, la realización de lo que se llaman quemas prescritas para ayudar al ecosistema a liberar esos nutrientes necesarios. “Se trata de incendios en unas condiciones muy determinadas y controladas que generan grandes beneficios al ecosistema”, dice.