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El futbolista que acabó siendo alcalde

INMA MARTOS | Santa Cruz de Tenerife

Heliodoro Rodríguez González, en una imagen de 1958. / DA

Amparo Segovia tuvo la suerte de conocer a uno de los más inteligentes y de casarse con él. Aunque sus allegados decían de Heliodoro Rodríguez González y de su mujer que “tanto monta, monta tanto…”, ella, que no ha perdido ni una pizca del carácter que asegura que tuvo, dice que su marido era totalmente independiente en sus decisiones políticas y profesionales. Después de su fallecimiento, del que se cumplen ahora treinta años, es ella quien toma el testigo y reivindica por él, por ejemplo, que en la calle que concedieron a su esposo por ser alcalde de la capital tinerfeña desde 1950 hasta 1955, su condición de regidor preceda a su nombre en la placa. No sólo porque así se estableció en su día, sino porque “ese cargo fue, con distancia de todos los demás, el que más le satisfizo”. Amparo teme, con razón, que dentro de cuarenta años nadie sepa quién fue su marido, y por mantener su memoria viva insiste aún hoy en el cambio de la placa de la calle.

Sus logros durante su carrera profesional hicieron merecedor al hijo de Heliodoro Rodríguez López, en vida y posteriormente, de decenas de títulos y condecoraciones: la Medalla de Oro de la Ciudad, la Cruz al Mérito Civil y la Medalla de Oro de los Corredores de Comercio, entre otros.

Estudios en Madrid

Al entrar en la casa de la viuda de Heliodoro Rodríguez, su imagen se refleja nada menos que en una copia exacta de un espejo de plata que el general Francisco Franco y su mujer regalaron a Eva Perón con motivo de su boda. Realizado por los mismos orfebres que el original, Amparo lo compró en Madrid, lugar donde residía hasta que se casó con el canario. De hecho, como muchas otras parejas de la época formadas por canarios y madrileñas, ellos se conocieron en la capital de España mientras él estudiaba Ingeniería Agrícola. “Las canarias nos tenían cierto recelo, pero era normal porque la época de estudiante coincide con el momento en que los chicos se echan novia, y los canarios iban a hacer sus carreras a las facultades madrileñas”.

Relata que “Heliodoro no era muy de contar sus anécdotas, pero entre las muchísimas personas famosas a las que conoció figuró Albert Einstein, con quien compartió algunos ratos”, destaca Pochola, como la llaman en su círculo cercano. Esto fue durante dos años que permaneció como becario en Estados Unidos, gracias a sus excelentes resultados académicos. “Al científico le gustaba que mi marido le contara cosas sobre las Islas: el Teide, el paisaje…”.

La pasión de este chicharrero de pro siempre fue el trabajo, y según cuenta Amparo, el tiempo en que ejerció como alcalde fue el que le quitó más horas de sueño. Uno de los logros significativos de esa etapa fue “conseguir que el Cabildo dotara de presupuesto a los ayuntamientos de la Isla”. Esta hazaña le costó cara, ya que al ser elegido poco después presidente de la institución insular, se encontró con las arcas vacías, según cuenta ahora su mujer entre carcajadas.

Presidente insular

De su nombramiento como presidente del Cabildo se enteró Heliodoro González por la prensa. A Blas Pérez, quien era entonces ministro de Gobernación (1955) y natural de La Palma, se le metió entre ceja y ceja que Heliodoro ejerciera esta labor y lo nombró a dedo sin informarle previamente. “En un principio, quien cesara unos días antes como alcalde por cansancio, le dijo que no”, pero acabó aceptando a causa de la insistencia de su mentor y porque el nombramiento ya constaba en el BOE. La viuda de Heliodoro habla con tal entusiasmo de su esposo que en un momento de la conversación no puede reprimir las lágrimas. Fue cuando recordó a su compañero como Lolo, tal y como le llamaban sus familiares y amigos más íntimos, que eran, entre otros, Eugenio Machado y Pepe Oramas.

“Lolo habría sido futbolista si hubiera seguido las recomendaciones de su padre”, quien dio nombre al estadio del CD Tenerife, “pero él eligió estudiar para ingeniero: era una cosa o la otra”. No obstante, “antes de que tomara la decisión de dejar el deporte, ya su padre había hablado con Zarra para que fuera su entrenador”. Curiosamente, años más tarde fue su propia mujer quien se plantó por primera vez y le pidió que no aceptara la petición de ser el presidente del CD Tenerife. El exalcalde no andaba sobrado de tiempo libre, y Amparo reconoce que los numerosos compromisos de su marido le dejaban pocos ratos para el ocio y el descanso.